Bolívar, LA CIENCIA Y LA Tecnología
Isaías A. Márquez Díaz
Han sido fenómenos de toda época y de cualquier grupo humano; por tanto, es muy natural que nos interese saber cuál actitud, como estadista, Bolívar asume frente a ellas.
Todo país en guerra ofrece necesidades primarias; básicamente: armamento, vestuario, alimentos y transporte. Pero, obviemos este último, pues por aquel entonces los equinos abundan por los llanos y serranías, de lo cual se deduce que la demanda por los otros rubros le presenta al Libertador un reto abismal. Por una parte, las importaciones están restringidas al máximo, tanto por las disposiciones del gobierno, así como por el tiempo y espacio; por otra, el filibusterismo y el uso de una moneda nula –peso-; No existe el petrodólar.
Esta cita nos da una idea de la magnitud de dicha demanda, cuando en 2/1817, desde el cuartel general de La Mesa, frente a Angostura, Bolívar solicita del almirante Luis Brión que contrate con urgencia: “mil fusiles, cien quintales de pólvora y algunos de plomo, pagaderos en reses, equinos y algodón de Guayana”. Y, además “algunas piezas pequeñas para armar piraguas y flecheras que estoy mandando construir”.
Lo que se llamara las “artes militares” o “marciales” encauzan el desarrollo tecnológico del país, o hacen la demanda que estimula el desarrollo de las ciencias. Y, Bolívar debe responder a la misma. Afortunadamente, conoce la magnitud de la fabricación de los elementos esenciales para la guerra. Prueba de ello es la nota siguiente, que dirige al secretario de guerra, desde Bogotá, el 24/12/1814:
“la escasez de pólvora, primer artículo de la guerra, nos ha expuesto muchas veces a ser abatidos por el enemigo; sin embargo, poseemos entre todos, los elementos para ella”.
Cuando Alejandro de Humboldt viene a Caracas (1799-1800), Bolívar se halla por Europa. No obstante, le conoce en París en 1804 y ambos establecen una amistad estrechísima.
En 1827 le recomienda un estudio a nivel de Panamá, para lo cual contrata al ingeniero inglés John Augustus Lloyd “para hacer una investigación del istmo de Panamá y Darién, y determinar la factibilidad para una comunicación de los océanos a cada lado del istmo”. Probablemente, le instara, además, al decreto conservacionista de Chuquisaca (19/12/1825).
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