OPINIÓN

CONOCOPHILLIPS

Isaías A. Márquez Díaz

 Cuando el poder se emplea indiscreta y caprichosamente, con ofuscamiento, quizá pareciera, al no experimentar los efectos inmediatos, que todo se ha hecho de manera oportuna y acertada; error craso, ya que se generan daños latentes que, a su tiempo, afloran sin misericordia alguna, ya que es de suponerse que no estamos a manos de locos, sino de gente que actúa concienzudamente, bien equilibrada. Lo que trastorna todo proceso por muy buena voluntad e intenciones que la motiven, es la actitud ideológica de los mismos. Tal es el caso de la decisión del presidente extinto “comandante eterno”, quien en 2007 decide, a la cañona, dar por terminados los contratos suscritos durante la apertura petrolera, incluyendo los contratos celebrados por Conocophillips, cuyos inversionistas privados se obligan a “migrar” bajo el esquema de empresas mixtas en términos negociados con el Gobierno, bajo amenaza y/o chantaje de que si no se llegada a una negociación, entonces, el Estado tomaría, coactivamente, los activos.

Esto es, entre otras, lo que ocurre con la empresa de referencia, cuyos activos los adquiere, coactivamente, el Estado mediante una expropiación arbitraria, ya que el gobierno en representación del Estado no tiene poder para obligar a “migrar” al esquema de empresas mixtas – un fracaso por incompatibilidad de principios y/u objetivos.

Pese a su silencio, la firma de referencia incoa, desde 2013, un arbitraje ante la Cámara de Comercio Internacional (ICC, por sus siglas en inglés) alegando, básicamente, violación de loa contratos suscritos por PDVSA.

Pero, el 25/4 pasado la empresa gana el arbitraje contractual. Y, ahora PDVSA debe indemnizar a Conocophillips con la bicoca de unos USD dos billones porque contrataciones de esa envergadura no se trata de muñequería o de comando de cuarteles, donde sí rige una verticalidad acomodaticia.