DESTACADASREPORTAJE ESPECIAL

En la Paradura de Juan Félix Sánchez – EL CAMINO DE FE A LA CAPILLA DEL TISURE

La tradición de Juan Félix, así como su obra cultural, se resiste al tiempo gracias al esfuerzo de sus amigos, sus vecinos y sus parientes

*** 150 personas se desplazaron a caballo y caminando por un sendero de 15 kilómetros para asistir al acto de religiosidad popular en la sierra lejana del páramo andino

***Desde la muerte de Juan Félix y de su compañera Epifania, se rescató su Paradura al Niño Jesús, que revivió una tradición popular de 40 años

***El acto de fervor se realizó en el complejo religioso con capilla, grutas y muros de piedra que él mismo construyó en ese paisaje opaco, solitario y lejano

Texto y Fotos: Jorge Puentes Reinoza – CNP: 6748

              Todos se agarraron de la pestaña de la cabina, al emprender el camino por peñascos y barrancos en la tolva del vehículo rústico sin barandas. El vértigo rondó el pulso en la cuesta sobre el jeep que se desbalanceó: de arriba a abajo, de derecha a izquierda con un sacudón y un desequilibrio que disparó los latidos y la adrenalina.

             Ellos partieron del punto de encuentro de la casa de Jesús María Villarreal, en el sector El Pedregal, en La Mucuchache, parroquia San Rafael del Páramo, en Mérida, con el fin de sumarse a la celebración de La Paradura de Juan Félix Sánchez, en un viaje de tres días, en El Tisure, a 15 kilómetros de distancia, que forma parte de una peregrinación.

  De ahí salió el Jeep de Miguel Sánchez, cuyo motor rugió por entre las lomas y las cimas, con destino al puente La Playa, que arrastró el agua en un ataque de furia y dejó un dique hecho pedazos. Un pañuelo de color blanco se compartió para secar los rostros y limpiar las caras.

En vida, Juan Félix Sánchez y su compañera Epifania, inspirados por su fervor, celebraron esa tradición, atractiva por muchas razones. Por hacerse en el santuario de piedra al Dr. José Gregorio Hernández, construida por ellos, donde la neblina, celebró su reciente canonización como Santo, y porque para ir, se cruzan dos valles altos y una formación rocosa que dan con una casa en un ambiente gris y helado.

             Ellos en un año organizaban: logística, movilización y alojamiento, que remarcó la profundidad de esa manifestación religiosa. Por eso, instalaban un campamento en el corral de su casa y preparaban un ternero para los invitados, que la hizo única y especial.

             Cinco años cumplió el rescate de esa tradición que recibió el coletazo de la crisis económica y la pandemia (Covid 19). Los organizadores con tres meses de antelación reactivaron el entusiasmo con 150 personas, 70 caballos, un almuerzo especial y 25 tiendas de campaña.

              Fue así como el viernes 14 de febrero, a primera hora,  se concentraron los asistentes de La Toma, Mucuchies, Timotes y Apartaderos, poblados de esa región y  de puntos recónditos de: Barinas, Mérida y Valencia con el fin de asistir al acto de fe del Señor de los Páramos, El Iluminado y El Hombre de Piedra. Unos subieron en bestia, mientras que otros, llegaron caminando.

               En la tolva del Jeep,  10 pasajeros despegaron a las 9:00 am. Sus bolsos, sus cantimploras y sus morrales,  rodaron del timbo al tambo en la subida eterna donde sintieron el miedo de la altura, del viento y de un día de verano.

Ana Rangel, paramédico del ambulatorio, quien fue por segunda vez, se agarró del hombro, de quien iba delante de ella y con la otra mano apretó la camándula colgada en su cuello y dijo: —-no soy del grupo Emaús. Me la dio un amigo. Vamos con Dios.

                 La bitácora del viaje abarcó el puente caído (tramo uno: 3 km), para luego,  tomar el sendero del Valle La Mucuchache (tramo dos: 6 km). Se dice que ese punto estuvo millones de años bajo el océano y al emerger, se cubrió de hielo, en la glaciación del planeta. Ahí algunos de los peregrinos cumplen penitencia y oración.

                  Los creyentes que viajaron a la paradura de Juan Félix también atravesarian el Cerro Los Cocos, un lugar que parece una estructura gótica, que maravilla por su antigüedad y por su formación (tramo tres: 2 km). En ese punto, el más alto de ese peñasco negruzco, está La Cruz que espanta los demonios que rondan los vientos helados que se movilizan por la cordillera sudamericana.

                   Tanto ese valle como ese Alto fueron parte de los 600 kilómetros de montañas de Venezuela que estuvieron bajo el hielo hace 7 mil años. Pero, poco a poco se fueron derritiendo a causa del cambio interglaciar. Al parecer, 20 km de agua congelada sobrevivió en el siglo XIIX, que estuvieron ubicados en los cinco picos más altos de la sierra venezolana. Hoy, quedó un vestigio (remanente) en el glaciar del Pico Humboldt (menos de una hectárea) que dice: ¡adiós! en forma definitiva.

                   El grupo además alcanzará el Pico Las Ventanas, donde descansarán y beberán agua. De allí, se ve el segundo Valle (con ascenso y descenso de 4 mil 200 metros) que cae a la planicie del Potrero (tramo cuatro: 7 km) que lleva al Tisure, el cual, es parte del Parque Nacional Sierra Nevada, no tan lejos de los páramos: El Hoyo del Ganado, Los Carrizales, La Pila y Los Granates; cerca del límite entre Mérida y Barinas.

                 El presbítero, Guzmán Albeiro Contreras Cáceres, de la parroquia San Rafael Arcángel, oficializaría la misa  y la banda Tradiciones, cantaría los versos del Niño. A ellos se  unieron 40 jinetes después de salir de El Pedregal, con bestias cargadas con provisiones, así como los  insumos crismales del acto litúrgico: cirios, incienso, agua bendita y vino.

El grupo que acompañó al padre Contreras Cáceres avanzó, y se detuvo para desayunar en el difícil camino de escalones de roca, pendientes pronunciadas (45 grados de relieve), extracto de piedra y plantas agrestes.

La Paradura al Niño Jesús, en El Tisure, revivió el precedente cultural de Juan Félix Sánchez, cuya obra fue reconocido con el Premio Nacional de Cultura y de Arquitectura

MANTENTE EN LA BESTIA

                A dos millas, María Auxiliadora Santaella, quien llegó de Valencia con su esposo Luis Ramón Studeman, afirmó: —No puedo más. Mejor me regreso. Al arribar por La Piedrota para sumarse a la peregrinación usando dos caballos. Uno para la carga y otro para montar. Albeiro Castillo (Capino) le sirvió de baquiano. —Cálmate. La aspiración es llegar, mantente en la bestia no mires los barrancos, comentó Studeman, para convencerla, cuando se unieron a los demás.

              Poco después, el Jeep Toyota blanco alcanzó La Cañada, a rodar y rodar 35 minutos sin parar, donde los pasajeros sintieron que se iban al abismo.

            A las 10:30 am la radiación (de alta cumbre) fogueó las dos valles y la pared inmensa que los divide. Entonces, el contraluz entre las caídas y los laberintos señaló el paso  a los devotos, en fila y a caballo,  a la celebración de Juan Félix, la cual, llegó a contar con la asistencia de 500 personas de todo el país, hace 40 años.

           Ese ramal de los valles altos con cerros y picos cruza la Capilla de Piedra y el sector El Castillo, que fue eje de intercambio entre los andes y los llanos. Hoy,  ese punto es reserva de agua potable de la cuenca Canaguá, y de las quebradas: El Faro, Muñaque y Los Potreros, que luego, desembocan en el río Curbia, en Barinas.

            Antes del mediodía, los pasajeros del Toyota, tragaron grueso, cuando el chofer Miguel Sánchez, metió la mocha con el fin de pasar el paso de rocas de dos metros que está poco antes del puente La Playa, donde dejó a los tripulantes y posteriormente, volver a su trabajo. El vehículo paró. Todos compartieron otra vez el pañuelo blanco para limpiar y secar sus rostros. Fue el momento de dar las gracias y de despedir a Miguel.

           Ahí emprendieron el camino al valle con una transición de dos mil  a tres mil 600 metros de altitud. Sin rebaños sino montañas desérticas. Sin poblados. Más bien soledad y silencio.

Con una temperatura que llega a bajo cero y sube a 45 grados. Es la tierra del frailejón casco e´ burro (espelatia shultzii wedd), el único que resiste los incendios temporales y la erosión, y que además, se vuelve trigo seco en verano.

             José Molina, comerciante de Mucuchíes, al desembarcar del vehículo se acomodó la gorra y el rompeviento. Sacó de su bolso: mandarinas, cambures maduros y catalinas para premiar a quienes hicieron la travesía en el rústico. —La montaña que se ve allá es el Pico Mucuñuque (4.460 metros). Fui varias veces a ese lugar a acampar con mis amigos, comentó.

            Mireya Lacruz, su esposa, descendió del Jeep, con ayuda de Ana, y dijo en tono de ironía: —no saben lo que les espera. Es apenas el comienzo, y soltó la carcajada. Se unió al grupo que posó para una foto. Ella, sabe de esos parajes y fue amiga de Juan Félix, a quien conoció a través de su padrastro quien trabajó como guía de montaña en esa ruta.

            Liliana Avendaño, pidió que le prestaran el pañuelo para secar su sudor, se bajó del camioncito blanco y al contemplar el lugar que es parte de los dos mil 300 kilómetros de la región de los páramos, comentó: —En La Quebrada, un pueblo de Trujillo, los riscos son rojizos. Trabajé allá. Después me devolví a Mucuchies, resaltó.

            José Zerpa, al ayudar a su esposa, Yamilet Castillo, a descender del Toyota, se le reventó una de las correas que fija el morral en la espalda: —nunca antes me  pasó algo así, después de tantos años de venir a este lugar, subrayó.

             Llegó el momento más duro. A partir de ahora, José Molina, Mayela, Ana, José Zerpa, Yamilet y Liliana, caminarán y caminarán por ese firmamento para unirse  al grupo del padre Guzmán, a los músicos y a los invitados de La Toma y Timotes.

En el pantano El Azal y en el Pie de La Cuesta,  en el Valle La Mucuchache, se encontrarán con María Santaella y  Luis Studeman. Todos con gran entusiasmo y mucho cansancio a la vez. Hoy, (viernes 14 de febrero) pernoctarán en El Potrero.

             Allá, los esperan Jesús Villarreal con sus hijos: Lucio y Chavelay. Ellos tienen todo listo: las velas, los bizcochuelos y los ingredientes del sancocho que se dará antes de la liturgia de mañana (sábado 15 de febrero).  Ya encendieron la planta que ilumina la casa con la polea conectada a la cascada. Ellos, irán en procesión hasta la Capilla de Piedra en un acto de fervor: inolvidable.

             Todos van con ilusión y con fe. Mireya tuvo razón: “el viaje apenas comienza”, faltan horas de camino. De trochas. De subidas y de bajadas. Y de escalones de piedra de medio metro. Esfuerzo que será premiado  con la bondad de Juan Félix y de Epifania, quienes siempre encendieron su fogón para dar a sus invitados calidez y amor, en su gran paradura la cual seguirá siendo la más perfecta y la más hermosa de los andes venezolanos.

               El grupo de diez, que subió hasta el puente La Playa en el Jeep blanco volvió a compartir el pañuelo blanco para secar el sudor en el momento que alcanzan el Pico Las Ventanas, donde está el aviso  que dice: Bienvenidos al Tisure (7 km).

               Mireya Lacruz, vuelve a reírse, abraza a Ana y a Liliana y dice: — ¡ahora sí falta menos ¡ José, su esposo le afirma:—-así es, no hubo lluvia, gracias a Dios. Llegaremos a las 5:00 de la tarde.  ¡Ánimos!.

Jesús María Villarreal con sus hijos: Elizabeth y Lucio Antonio, organizaron la peregrinación de tres días que abarcó un encuentro festivo y de comunión
 

EL SANCOCHO DIO CALOR

               Un almuerzo especial fue el detalle emotivo en el programa de la paradura del Niño Jesús, celebrado el sábado 15 de febrero en El Tisure, que revivió la fe y la devoción del maestro Juan Félix Sánchez.

              Un momento único se compartió en la casa de piedra del valle El Potrero, en San Rafael del Páramo,  en ese paisaje hermoso, opaco, gris y rocoso, donde los invitados llegaron a caballo o caminando durante un día, por el camino real.

              El sancocho (en dos ollas una de 250 litros y otra de 80) hirvió temprano y 150 personas pelaron las verduras y sirvieron las tazas del consomé, dando calor en ese lugar helado a 4 mil metros de altura. El apio, la papa, la zanahoria y el repollo llegaron desde La Mucuchache y El Pedregal.

            El cronograma de la paradura organizado por José María Villarreal Lobo, llegó a su punto culminante con la oración y los cantos. Después de comer todos fueron a la Capilla de Piedra, donde está el pesebre. Así lo hicieron siempre, durante cuatro décadas, el maestro Juan Félix y su compañera, Epifania. Primero la misa, y luego, los 12 versos con los violines.

El padre Guzmán Albeiro Contreras Cáceres, impartió la misa en la Capilla de Piedra, en El Filó, en ese punto lejano, difícil y especial por su naturaleza

¿Y EL FUTURO DEL TISURE?

            Quienes se sentaron en el comedor, en los pasillos y en el patio recordaron su buen humor; y a su vez, manifestaron preocupación por la permanencia de su creación. ¿Qué pasará con su casa, sus enseres, sus telares, su capilla de piedra, sus grutas, sus muros, sus arcos y sus  santos de palo? Sus  bienes de toda una vida. Hoy, sin custodia y sin vigilancia.

Eso no quiere decir que el complejo  del Tisure, hecho por él, en El Filo, se cae a pedazos. Eso es falso. Su obra se impone pese a que él, ya no está. Brilla y resalta entre los riscos, la neblina y la lluvia. Los frailejones, los pantanos y las rocas la defienden y le dan seguridad.

            Afortunadamente, sus parientes, sus amigos y sus vecinos colaboran en el resguardo. La limpian y la custodian. Cooperan para que esa construcción declarada Patrimonio Nacional (1987) y Premio Nacional de Cultura (1986) perdure en el tiempo.

            Por eso, celebrar su paradura, fija de nuevo  el nombre de Juan Félix Sánchez en primer plano. Es la quinta vez que se rescata, dando actualidad a su creación y además, a su precedente y a su contribución cultural. Revive su bondad de cuando daba todo a sus invitados en esa celebración.

            Del 14 al 16 de febrero, 150 personas llegaron a caballo y caminando (15 kilómetros) a ese lugar apartado, difícil y solo, compartiendo un acto emotivo y profundo que fue parte del Señor de los Páramos, del Iluminado y del Hombre de Piedra, quien salió en las portadas de revistas, películas y televisoras de todo el mundo  por su ingenio de arquitectura orgánica y de respeto a la naturaleza.

            “Los techos de la capilla y de la casa están en una situación difícil. Así, le colocamos láminas de zinc. Es necesario un trabajo de limpieza del sendero y del camino, de manera que, la gente pueda subir”,  comentó José María Villarreal Lobo al momento de recibir su taza de sopa.

             Hace 40 años, esa montaña con neblina, granizo y nieve temporaria, estuvo en el ranking como atractivo del Parque Nacional Sierra Nevada. Juan Félix, nunca le puso un candado a su Capilla de Piedra, en El Filo, al contrario, abrió sus puertas a senderistas de todos los continentes.

           Gracias al complejo religioso del Tisure, San Rafael, se convirtió en un destino para tours operadores y agencias de viaje con un impacto en su economía y en el desarrollo de esa jurisdicción.

           Pero, la muerte de Juan Félix Sánchez, dio un giro negativo que se agravó con la crisis política, la debacle económica y la pandemia. En tal sentido, en el almuerzo de la paradura muchos comentaron que ese panorama puede cambiar con voluntad y con optimismo.

Es necesario dar mantenimiento a los caminos. Se deben cortar las malezas y arreglar los techos tanto de la capilla como de la casa”, amplió Villarreal, quien junto a Orlando Hernández Zerpa (Nano) suben todas las semanas al valle El Potrero, con el fin  de vigilar.

           Él, unido a otras vecinos de La Mucuchache, le plantearon a José del Carmen Sánchez, que se mudara a la casa de Juan Félix, para custodiar sus bienes y sus construcciones de piedra.

           En ese orden, se logró un aporte que permitió sufragar algunos gastos y además, se recibió el apoyo de otras personas. Con esos recursos se ayudaba a José del Carmen y a su familia, en su estadía en El Tisure. Luego, la situación se complicó y tuvo que devolverse.

           Actualmente, el complejo religioso del Filo no cuenta con vigilancia permanente. En ese orden, se gestiona ante el gobierno municipal, regional y nacional. De no lograrse, la obra puede sufrir un saqueo o un daño, que es posible evitar.

          “Queremos integrar una cuadrilla con 15 obreros. La idea es quitar la piedra suelta para que puedan pasar los caballos. Con mil 500 dólares se puede cubrir la mano de obra de la primera etapa de ese trabajo. Luego, vendría la asistencia a la casa y a la Capilla. Lo importante es comenzar”, explicó Villarreal Lobo,  al momento de ayudar a servir los últimos platos del sancocho, al tiempo que, se entregan las velas y se indica  el camino a la capilla.

           A las 2:00 de la tarde ya todos habían comido. En ese momento, el padre Guzmán Albeiro Contreras Cáceres  y los músicos caminaron al sendero de la pequeña iglesia, en El Filo, donde está el pesebre. Todos lo siguieron.

          De las ollas de sopa no quedó nada. Se recogieron las tazas y se ubicaron en la cocina. El almuerzo estuvo sabroso. Fue un momento especial de reencuentro y de comunión que recordó la paradura más importante de los andes venezolanos.

        Todo se logró gracias a la cooperación de José Eladio Salcedo, José María Villarreal Lobo y de sus hijos: Lucio Antonio y Elizabeth, quienes donaron la carne (la vaca) y armaron el viaje de tres días que permitió revivir un acto de religiosidad popular cargada de amor, de fe y de esperanzas. Como lo hicieron Juan Félix Sánchez y Epifania hace 40 años.

La neblina se extendió y llegó a los devotos que viajaron desde los pueblos del municipio Rangel; y también de Barinas, Trujillo y Carabobo

SONÓ EL CAMPANARIO

         Al replicar el campanario de la torre todos se dirigieron a la Capilla de Piedra, en El Tisure, a la celebración de la Paradura del Niño Jesús, el sábado 15 de febrero.

       Al tomar el camino con frailejones, puentes y dos manantiales, Elizabeth Villarreal, entregó las 60 velas y Zoila Sánchez, revisó los últimos detalles: los músicos, el diezmo, las ofrendas y los sagrados sacramentos.

       Una sola vez al año suena el campanario para anunciar la misa del padre Guzmán Albeiro Contreras Cáceres que da continuidad a la tradición de Juan Félix Sánchez, en el complejo religioso que él construyó en ese paisaje lejano, rocoso y silencioso que atrapa por su atractivo natural en la sierra andina.

        El sonido de la campana se elevó al cielo, se volvió eco y se escuchó en la plazuela Ricauter y en los 7 kilómetros del valle El Potrero. Alcanzó las  plantas, los  humedales y las inmensas rocas. Y también los barrancos, los abismos y los riscos que se cruzan a lo lejos.

       Cuando Juan Félix cayó en cama no pudo hacer más su paradura, lo cual lo entristeció. Durante varias décadas mantuvo esa expresión de religiosidad que creció y se hizo popular con la asistencia de devotos, de turistas, de parientes y de amigos cercanos.

            Por 50 años esa celebración en El Tisure, fue el acto religioso más hermoso de ese punto del páramo andino en Mérida, siendo televisada, radiada y reseñada por los medios impresos del país, al considerarse primigenia y única como expresión cultural.

         Vale decir que, la paradura se heredó de generación en generación, tiene su oración y su gastronomía, se cumple los dos primeros meses del año y proviene del siglo XVII, de los campesinos de San Rafael del Páramo, como un sincretismo de la colonia y de los nativos, de acuerdo a lo estudiosos.

El acto de religiosidad popular se realizó por quinta vez desde la muerte del maestro Juan Félix. El padre Guzmán Albeiro y Zoila Sánchez fueron los padrinos

UNA NUBE INVITADA

       Al llegar a la Capilla de Piedra, a las 3:00 de la tarde, todos vieron  que la nube en el cañón se movió y avanzó. Alcanzó los picos más altos. Subió y bajó. Ascendió y descendió. Cubrió todo. No dejó ver nada.  Era como si quisiera pasar al altar y a la liturgia bendita y sagrada.

       Al principio, el vapor de agua cubrió el valle. Más allá se volvió espeso y oscureció la única casa de ese paisaje. Se paseó por su  corral. Por su escalera. Por su cocina. Y por su cascada. Al volverse: vaho. Humedeció los enseres, las sillas y los telares. Y al hacerse rocío salpicó: el rosal, los lirios y las violetas del jardín.

       La bruma siguió su camino. Arribó la cuesta. Y luego El Filo, donde todos siguieron el acto religioso. Afuera la brisa bañó: el techo, las tejas,  la Cruz, los muros, los arcos, las grutas, los enormes pinos, las rejas, las ventanas y la torre que Juan Félix, hizo en cinco décadas.

       Cuando la campana sonó por segunda vez, la bruma se filtró por las grietas y llegó a La Crucifixión, a la Pila Bautismal,  al Sepulcro y al Nacimiento, hechos por El Señor de Los Páramos y El Iluminado del Tisure, que hoy están ahí,  por razones de seguridad. Antes tuvieron  su propio lugar en ese santuario místico, enigmático y misterioso.

        En ese mismo instante, la bruma que antes fue vapor y después rocío; que vino del cañón que divide a los andes con el Llano, llega al altar de la capilla postrándose ante la imagen de la Virgen de Coromoto y de San José Gregorio Hernández. Entonces, apagó los cirios y humedeció las cartas, las flores y las ofrendas que los feligreses obsequiaron como agradecimientos luego de cumplir la penitencia de 12 kilómetros de camino con subidas y bajadas de 4 mil 200 metros en ese lugar desértico, lejano y solitario.

La tradición de Juan Félix, así como su obra cultural, se resiste al tiempo gracias al esfuerzo de sus amigos, sus vecinos y sus parientes.

ÚLTIMO CAMPANAZO

       Cuando sonó la campanada por tercera vez se leyó el pasaje bíblico y el salmo responsorial. Afuera, quienes se quedaron sin asiento y no pudieron entrar, mantienen la atención en el padre Guzmán Albeiro. Mientras que, adentro Gabriel Zerpa, tocó la guitarra y fue acompañado en coro con sus canciones.

     —Este día será recordado. Es la paradura de Juan Félix Sánchez en la capilla que construyó con su propio esfuerzo. Recordamos al maestro en esta construcción con sus grutas, sus arcos y sus caminerías, hoy cuando la iglesia reconoce el trabajo de los artistas, comentó el sacerdote.

       Al culminar la liturgia. Todos se dirigieron al Pesebre detrás de la capilla. La Paradura del Niño fue más allá de lo festivo. Encontró la comunión con la profundidad del corazón. La fusión de lo sagrado con lo divino. Por eso, el viento no dejó encender las velas. Por eso el frío prometió escarcha en el invierno. Los tres grupos con violines y guitarras tocaron sin parar. Todos cantaron los 12 versos y escucharon las letanías. Fue el mejor momento de la peregrinación de tres días. El padre Guzmán Albeiro y Zoila Quintero fueron los padrinos

       La masa de agua sobre el gran cañón, compartió el cierre del acto. Blanqueó el paisaje y el chubasco cayó sobre la Capilla de Piedra, mojando a los feligreses. Mientras que, la otra parte de la neblina se negó a bajar y se estacionó en los conos y en las cimas. Ella, fue la mejor amiga de Juan Félix Sánchez acompañándolo en su silencio y en su soledad. En sus cultivos. En sus tejidos. En sus tallas de madera. Y en la construcción de ese santuario de laja de río donde se hace la Paradura del Niño Jesús, más hermosa de los andes venezolanos.

        Todos volvieron por el sendero de charcos. Cruzaron la plazuela Ricauter. Más allá, en la casa, Elizabeth Villarreal, volvió a recibir los invitados y les dio el bizcochuelo. Algunos bebieron café. Otros aguamiel. Un grupo se sentó en el patio, en el corredor y en el corral. Muchos estaban cansados. Llegó la hora de preparar el regreso. Se cargaron los equipos, se doblaron las mantas y se recogieron las carpas. Se debe partir en la madrugada. A esa hora en  El Tisure, llueve menos y los caballos caminan aliviados por el sendero difícil.

          En las conversaciones se compartió lo mismo: la Paradura del Niño, en esa montaña lejana, apartada y silenciosa revivió la presencia de Juan Félix Sánchez y de su compañera Epifania, quienes consagraron su vida a esa manifestación popular, la cual, obsequiaban con su corazón y su alma a quienes la ven como un acto de gracia, de sacrificio y de agradecimiento que mejora la vida y profundiza la fe.

La tradición de Juan Félix, así como su obra cultural, se resiste al tiempo gracias al esfuerzo de sus amigos, sus vecinos y sus parientes.

Mérida, viernes 30 de mayo del 2025