LA SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS

LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO: Sobre el mundo creado para recrearnos con él, restaurando vínculos fraternos de proceder en comunión y en comunidad, previo purificar el corazón e iluminar nuestra mente, para revolvernos con fuerza al mal y devolvernos el ánimo apaciguador. Dejémonos alumbrar por el soplo místico del verbo en verso, por el don de la gracia palpitante para entrar en sanación, bajo el naciente cultivo de las virtudes y el incipiente manto de las bondades.
I.- VEN, SANTO ESPÍRITU;
A NUESTRO AZOTADO SER
Revive los andares por la tierra,
acrecienta los deseos de calma,
aderézanos de dulzura cada día,
reanímanos al verter los llantos,
y robustécenos en los combates.
Vacíame de angustias el cuerpo,
lléname de entusiasmo el alma,
irrumpe mar adentro en mi ser,
hasta volverlo puro como el sol,
sin ocultaciones que amortajen.
No me desampares en absoluto,
regenérame y genérame quietud,
e incrusta orden en la caminata;
estampa la fuerza de la verdad,
y acuña mis desaires a tus aires.
II.- MANIFIESTA, SANTO ESPÍRITU;
TÚ CONSOLADOR AMOR
Llévanos a tu limbo de santidad,
transfigúranos con tu gran amor,
y transfórmanos profundamente,
con el recto hálito de la caridad;
y, la fe en Cristo, nuestro anhelo.
Sólo el Espíritu Santo crea unión,
e instituye unidad en el quererse,
que no es otra que la de aceptar,
la pluralidad entre sí y los demás,
sin querer dominar y uniformar.
Cada latido es único y universal,
debe estar dispuesto a ofrecerse,
a oírse en viva voz y a fraguarse,
para forjarse con el valor orante,
de revertir de seda las mil sendas.
III.- REVELA, SANTO ESPÍRITU;
Vuelva el vigor de lo armónico,
muestre su impulso conciliador.
Descúbrase la vida y sus pesares,
la insensatez de no hermanarse,
con el pulso del perdón y la luz.
No hay mayor existencia de uno,
que la asistencia a los hermanos;
que liberar las conciencias rotas,
con la chispa del fuego celestial,
y renacer investido de esperanza.
Ven, Don de dones, únenos a Ti,
desciende a los caídos y álzanos.
Elévanos al aliento de la certeza,
gloríanos al dador de tu esencia,
signo que clarifica y nos ensalza.
Víctor CORCOBA HERRERO