SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

BAJO LA TRINITARIA MÍSTICA DEL AMOR DE DIOS: La Unidad divina es Trina, aunque el Creador es quien crea como Progenitor, el Hijo quien es engendrado para tomar naturaleza humana siendo divino y el dulce huésped del alma es quien desciende para imprimir carácter. Al fin, somos creación viva del Padre, ¡revivamos siguiendo al Redentor! Con Jesús fuimos salvados e infundidos de níveo amor, por el santo Espíritu. Así, el penitente verbo conciliado y reconciliado en glorificado verso, libre de toda mancha, forma y conforma el reino de la inmortal inspiración.
I.- EL PADRE ES EL AMANTE PERFECTO
El corazón busca al Padre,
lo rebusca como propósito,
lo requiere como Creador,
lo inquiere como claridad,
y lo sondea como sosiego.
Es la pasión de nuestro ser,
el desvelo de nuestra vida,
y el afán de nuestros pasos;
llamándonos a ser de Dios,
y a reconocer su compasión.
El amante es germen vivo,
arranque de generosidades,
la energía que nos resucita;
sólo hay que acceder a Él:
dar pulsos, donarse pausas.
II.- EL HIJO ES EL AMADO POR SIEMPRE
El amor nos alza y realza,
mora en el manso Amado,
donde se rememora la luz,
fruto del armónico deseo,
de rehacerse como familia.
En la cruz se vierte piedad,
se revierte la noche en día,
el desapego se torna apego,
y hasta el odio se ausenta,
porque el afecto reaparece.
Jesús sueña en cada albor,
con un astro de hermanos,
reconstituido en la verdad,
y mejorado con la bondad:
rehecho al amor y al amar.
III.- EL PARÁCLITO ES EL VIVIFICANTE
El soplo celeste enamora,
no hay estima tan grande,
como esta espiral de aire;
aliento y alimento divino,
pulsación misma de Dios.
Ven Espíritu a protegerme,
fuego de anhelo y energía,
resguárdame de todo mal,
enséñame a mirar al Padre,
a ver al Hijo y a notar la fe.
Florécenos en cada aurora,
Tú que eres la fuerza santa,
la lucha interior que purga;
llénanos las sendas de paz,
hasta hallarnos con Cristo.
Víctor CORCOBA HERRERO