INDIGNIDAD VENEZOLANA
Isaías Márquez
El sistema y/o gobierno ha logrado sus pretensiones de enseñarnos a vivir mal, indignamente, a través un plan de irrespeto que se fijó como meta a fin de fragmentarnos y, así, tenemos: éxodo masivo –emigración- de jóvenes profesionales, básicamente, sectorización de comunidades lideradas por unos tales CLAPs y colectivos análogos, todos, a los CDRs o comités de la Revolución que los Castro y el che organizaran por todo Cuba a fin de controlar a la población a sus antojos. Muy bien calculado para los venezolanos ponernos a hacer colas para adquirir los alimentos básicos, puesto que en toda hilera, así como en un salón de peluquería, sala de espera para consulta médica y hasta durante el velorio de un difunto, son muy tradicionales y divertidos los conversatorios sobre temas diversos, acompañados de los chistes pertinentes, sobre todo en las barriadas, caseríos e incluso hasta en las funerarias de caché.
Nos privan de algunos medios dizque por recomendaciones de un comité de usuarios previsto en la Ley RESORTE, cuando lo que molesta al (des)gobierno es la hipersensibilidad que le ocasiona ciertas críticas y comentarios, como por ejemplo: las deficiencias de los servicios públicos, básicamente, agua y luz, además de otras cualidades heredadas del castrismo obsoleto y retardatorio, que ha retrotraído a Cuba al jurásico, tal y como casi andamos, ahora, aquí en Venezuela, donde entre tanta miseria que ha generado la revolución bolivariana y bonita, también tenemos que administrar el desaseo, la insalubridad y el hambre al estilo de los países africanos más subdesarrolados. Entonces, ¿de cuál calidad de vida podríamos hablar sobreviviendo en medio de las precariedas que nunca imaginamos, Tal y como las vivimos con el transporte público?