COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO

CON LA CONVERSIÓN: UNA IDENTIDAD NUEVA

LA CRUZ NOS FORTALECE: Que sea Cristo quien vive en nosotros, de manera que nadie habite en la indiferencia y descubra el amor, hasta el extremo de que ninguno viva para sí, sino para los demás. Con el bautismo, el Señor entra en nuestra existencia por la puerta del corazón, uniendo sus latidos a los nuestros, incrustándonos la llama de su pasión: la percusión perfecta. Cubiertos por este místico sigilo y recubiertos de unidad, somos uno con Él y; además, somos uno entre nosotros.

I.- DEL DERROCHE AL COMPARTIR

En este itinerario por aquí abajo,

la cruz celeste nos abraza el día,

nos sirve una mentalidad nueva,

la de partir el pan y participarlo,

reunirse en la mesa y repartirlo.

La hacendosa movida cotidiana,

es tan laboriosa que pide pausa,

para la metamorfosis fidedigna,

de remar en la docencia del ser,

y no caer en la indecencia cruel.

La bolsa es un verso en ofrenda,

es la lírica creativa y recreativa,

que todos requerimos en la vida;

mientras el despilfarro nos mata,

porque es moledor y demoledor.

II.- DEL EGOÍSMO A LA CARIDAD

Nos inundan los secretos sueños,

siempre con idéntica genealogía;

la de una desenfrenada avaricia,

deseo de placer y egocentrismo,

que no es la bondad ni la verdad.

Retornemos a la vereda del bien,

activemos el espíritu de entrega,

impulsemos el sacrificio del ser,

la privación en nuestro breviario,

pues la falta es lo que nos redime.

La piedad es un deber congénito,

la acción en la forma un derecho,

un acto de justicia y miramiento,

lo que implica respeto recíproco:

sentir el amor y amar como Dios.

III.- DEL ODIO A LA FRATERNIDAD

La espiral del rencor nos ahorca,

nos deja sin verbo y sin vocablo,

nos engendra la vengativa pena,

de continuar gimiendo de rabia,

y clamando en la ruin venganza.

Uno de los gozos es la amistad;

dejemos que irradie el corazón,

nuestro enorme tesoro viviente.

No dejes que se muera el pulso.

y no hayan muerto los rencores.

Salgamos de cualquier discordia,

entremos con la mano extendida,

cultivemos la cultura del abrazo,

y seamos fermento de concordia,

para que los lazos se fraternicen.

 Víctor CORCOBA HERRERO

corcoba@telefonica.net