Economía Fatídica

Isaías A. Márquez Díaz
OPEP ha estimado para 2019 un incremento económico equivalente a un 3,6 % por efecto de la demanda/producción petrolera que, según la AIE,” sobrepasará la oferta global de crudo durante 2019 pese a recortes por las sanciones EEUU”; demanda que se estima según la Agencia en unos 30,7 MBPD. Lamentablemente, Venezuela escapa a este esquema ya que su economía se halla muy deprimida por efectos de la corrupción y políticas erráticas y se estima, según FMI, caída de un 25 % de su economía para el año en curso y tasa inflacionaria cercana a un 13000000000 %.
Es tal la envergadura de nuestra crisis sociopolítica que, a diario, estamos en los titulares internacionales ya que el hambre se expande a causa de la carestía; la gente se nos muere, por falta de medicinas y los ciudadanos llevan una cotidianidad bajo un ambiente de remarcada inseguridad, pues Caracas está entre una de las ciudades más inseguras del mundo.
Nuestra vida socioeconómica ya toca el fondo de la práctica neolítica, propia de la Edad de Piedra), cuando apareció el trueque por la producción excedentaria, pero en el caso nuestro es por el poco efectivo en circulación, así como por la emisión de dinero inorgánico más los desaguisados imperantes en la importación y distribución de los alimentos (cajitas CLAP). Nuestra soberanía agroalimentaria junto con la producción agrícola se halla devastada y solo se produce un 20 % de los rubros que se consume en el país, según FEDEAGRO.
Hasta 2012 ostentábamos una economía pujante, cuando comenzamos por perder cerca de un tercio de nuestro PIB y, en 2018, a honrar la deuda externa conlleva una caída abrupta que desencadenó un jaleo internacional por lo cual ofertamos unos 2800 millones de dólares en bonos del Estado, ya sin liquidez. Pasivos que han originado una crisis profunda y compleja, sobremanera. Según BCV, entre 2013-2018 la economía cayó en un 4,7 %.
Realmente, la gestación de nuestro caos socioeconómico proviene desde la década 1970, pues entre 1958-1977 fuimos un ejemplo de crecimiento impulsado, fundamentalmente, por la industria petrolera; durante ese lapso, según informes del BCV, el PIB se multiplicó hasta por 2,5. Teníamos una inflación muy baja con una moneda fuerte, en verdad. Y, entre 1935-1979, un desarrollo urbanístico que destacaba a escala mundial, además de un sistema democrático que era un referente para el hemisferio.
Pero, la culminación de este boom sufrió su desengaño, cuando a mediados del decenio 1970 la actividad petrolera durante CAP I develó la fragilidad de una economía monoproductora y mal administrada, lo que conllevó desvanecimiento de un decenio que podríamos denominar “sueño de armonía”.