COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO

EL AMOR PROVIDENCIAL QUE RECIBIMOS

JESÚS NO SE DESESPERA Y NOS ESPERA, ES LA ALEGRÍA: Todo se transfigura en figura amorosa, predispuesta para amar y dispuesta a querer. Cristo está ahí, a nuestro lado, ¡sólo hay que nombrarlo! Se ha entregado por nosotros, nos ha vestido de misticismo y revestido de poeta. Únicamente hemos de permanecer en su poema, para recomenzar cada día, con buen tono y mejor timbre. Bajo la benevolencia de la lírica celeste, el pulso se renueva y nos rejuvenece la pausa.

I.- PERSEVERAR EN LA PASIÓN SAGRADA

El amor de Jesucristo nos enternece,

se eterniza en cada morador de bien;

porque la justa morada es la bondad,

la clemencia por hallarnos asistidos,

y la docilidad de sentirnos próximos.

Somos personas en vía de encuentro, 

esperanzados en abrazarnos entre sí,

con la mirada puesta en el Redentor,

a la espera de su invocación gozosa,

que nos lleva y nos eleva a la gloria.

No hay mayor victoria que regresar,

que volver a Dios limpio de yerros,

intuyendo que el espíritu nos nutre,

que la vivacidad divina nos caldea,

e ilumina nuestros penitentes pasos.

II.- PERMANECER EN EL APEGO CELESTIAL

El apego venció y convenció al ser,

el ser supo ser savia y vivir en verso,

el verso derrotó al nocturno anverso,

y todo se volvió evidencia en la luz,

porque la certeza es aliento de vida.

No sentirse dejado es el mayor gozo,

la mayor alegría no hallarse perdido,

ni abandonado a los ojos del mundo;

pues amándonos los unos a los otros,

es como Jesús está vivo en nosotros.

Acojamos su esperanza en el ánimo,

recojamos el lazo que viene de Dios,

protejamos su amor en nuestro amar,

resguardemos aquello que nos vive,

restaurando la vivacidad en el latido.

III.- PERPETUARSE EN EL ANDAR DE LA FE

El vínculo de la fe nos retoña el día,

nos hace más de Dios y nos rehace,

nos repone de confianza y nos pone,

siempre en rumbo hacia el Altísimo,

de donde soy y de donde provengo.

Porque quien tiene la fe, se renueva;

reverdece de sueños para regresar,

para volver al Padre y ser su Amor,

pues sólo el amor inmaculado vive,

vence a la muerte y nos vuelve a Él.

Justo allí nos refundiremos plácidos,

alabaremos al Creador por crearnos,

y amaremos lo creado y lo recreado,

gozaremos de un existir sin término,

en un fin que no tendrá ya jamás fin.

Víctor CORCOBA HERRERO

corcoba@telefonica.net