MÉRIDA

El día que Clemente Piñero se tituló Campeón Bolivariano

**** Gesta inolvidable de la esgrima venezolana: Maracaibo, 1970. Florete masculino individual

Los VI Juegos Deportivos Bolivarianos de 1970, se desarrollaron en la ciudad de Maracaibo, del 22 de agosto al 5 de septiembre. El  peor  recuerdo que tengo de esos juegos fueron las insufribles colas en el comedor. Un salón habilitado con capacidad para menos de 200 personas, pero que allí había más de mil atletas, y todos querían comer rápido para irse a descansar o a competir. También recuerdo que en la Villa Bolivariana, constituida por edificios de unos 15 pisos: mujeres por un lado, hombres por el otro… Lucía Vaamonde, la mejor y más cotizada atleta venezolana le gritaba a Elsa Antúnez desde el balcón del octavo piso: ¡reconócela pueblo, 11,8! y Elsita, una de las más bellas personas que he conocido, le respondía con una sonrisa que mostraba la blancura de sus dientes contrastando con el marco de su piel obscura, casi negra. Porque hay personas de color, que tienen la piel cobriza, sepia o morena, como Silvio Fernández padre … Pero hay afrodescendientes como Elsa, cuya tonalidad de piel era ¡casi morada! Y esa, es una característica propia de la gente de su pueblo: Bobures, situado en  la cuenca oriental del Lago, a unos 300 Km. al sur de Maracaibo. De allí era también el inmortal Arquímedes Herrera. 

     En una época en que no había fotocopiadoras, se usaban para imprimir los resultados de los eventos unas hojas de una máquina de fabricación alemana llamada “stencils”

     Alvaro Pachón (Col), quien luego se consolidaría como superestrella del ciclismo, ganaba oro en el Gran Fondo. Por cierto que en esa prueba un  policía desvió de la ruta al colombiano Luis Díaz, gran favorito, mandándolo por donde no era…  Colombia, en unos juegos dominados por Venezuela,  ganaría todo el oro del ciclismo, aunque Daniel Larreal fue excepción, pues el maracucho, padre de quien después sería la varias veces olímpica Daniela Larreal, les arrebató la Velocidad Pura. Hemphill Schools daba variados cursos a distancia por correspondencia. ¡Imagínense ustedes! cuando en esa época una carta podía tardar ¡cerca de un mes para llegar a su destino!  Sin embargo, mucha gente hacía esos cursos los cuales tenían una popularidad enorme. 

     Mi mejor recuerdo de esos juegos, donde me cupo el honor de integrar el equipo de florete junto a Clemente Piñero, Rigoberto García, León Melo y “Cheo” Gutiérrez, donde ganamos la medalla de oro, fue la actuación de Piñero, quien se tornaría un coloso y lograría sorpresivamente derrotar en la prueba individual al gran favorito de los entendidos: el peruano Guillermo Barúa.

   A esa competencia voy a referirme ahora.

     La prueba de florete masculino individual, fue una de las ocho competencias que se  desarrollaron en el marco  del Torneo de Esgrima de estos VI Juegos Deportivos Bolivarianos en comento, En ese evento, a la usanza de entonces, las damas no hacían ni sable ni espada; solo florete.

   A la prueba de florete masculino se presentaron una veintena de competidores que se organizaron en 4 poules eliminatorias para clasificar 3 en cada poule a una semifinal de 6 tiradores en cada una. Entonces pasarían los tres mejores de cada poule semifinal a una poule final de seis competidores. En el camino de los dos venezolanos que se inscribieron en ese evento, Clemente Piñero y Rigoberto García, se atravesó el  peruano Enrique Barúa quien se erigió en el máximo favorito de esta prueba.

   En efecto, Barúa había paseado a los dos venezolanos con scores amplios y llegaba invicto a su confrontación final luciendo imbatible y recibiendo el respaldo de las barras de todos los combatientes invitados de los cinco países, ya que Venezuela estaba arrasando en las competencias de esos Juegos y todos ellos querían ver perder alguna que otra medalla a nuestros representantes. En ese evento, este redactor, era el suplente de ese equipo, y junto con José Gutiérrez estaba entrando a disputar el derecho de completar el equipo que se conformaba con cuatro tiradores. Piñero y Rigo estaban seguros, y León Melo, un caballero exquisito que fuera uno de los mejores floretistas de Caracas, era el Campeón Bolivariano defensor, pues había ganado la medalla de oro en los Juegos anteriores en Quito, cuatro años antes,  pero ahora estando lejos de su antiguo nivel, ni siquiera había clasificado para tirar la prueba individual.

   Así que, mi tarea fundamental allí, era la de observar metódicamente los detalles concomitantes al evento, ya que no iba a competir en esa individual.

     Entonces, terminaron las dos poules semifinales bien avanzada la tarde, y nos retiramos todos a almorzar para regresar a la noche cuando los dos venezolanos Piñero y Rigo se habían clasificado a la final. Ya Barúa había dispuesto de Rigo en la primera ronda y de piñero en la semifinal. Yo estaba sentado cerca del entrenador nuestro, el Profesor Rodolfo Bartha, uno de los hombres insignes de este deporte en el país, y al terminar la semifinal donde Barúa paseó a Piñero con score de 5-2, lo escuché comentar (y nunca sabré si me lo dijo a mí  para que yo se lo comentara a Piñero, a veces uno no comprende la estrategia de estos zorros viejos) pero lo espetó con su acento magiar, a modo de vaticinio: “Ya verán que este Barúa va a ganar la final riéndose” . Y, por supuesto, yo que era a la sazón quizá el mejor amigo de Piñero (y esta amistad la hemos conservado más de 50 años)  y todo lo hacíamos juntos, mientras estábamos en el comedor frente a frente, separados por las bandejas, se lo conté todo, palabra por palabra.  Recuerdo como si fuera hoy, que mi compadre Piñero no dijo una sola palabra. Continuó comiendo mientras en su mirada se reflejaba la frase: “eso lo veremos”… 

 Llegó la noche de la gran final, a celebrarse en el gimnasio cubierto polivalente de San Francisco, ubicado en las afueras de Maracaibo. Enrique Barúa, un hombre, singularmente alto y bien presentado, tocado con larga melena, y que, comprobadamente, rompería corazones de elegantes mujeres venezolanas, (esas historias sí no las voy a narrar) era un apuesto e inteligente individuo que llegó a ser oficial del ejército peruano. Era un tipo de avasallante personalidad que había ganado todos sus combates del día y llevaba cuatro victorias consecutivas en la final. Piñero también llegó al final de la poule con cuatro victorias en su haber. Sólo faltaba el encuentro entre ambos invictos de esa final. Todos los espectadores estaban transidos de la emoción. Rigoberto García en una demostración de temple y dominio, acababa de asegurar para Venezuela el bronce individual al derrotar al colombiano en reñido asalto. La temperatura dentro de ese coso deportivo, que carecía de aire acondicionado, era mucho mayor por la tensión reinante. Pocos confiaban, después de la exuberante demostración hecha en el transcurso del día, en otro desenlace diferente al triunfo del peruano… Pero Clemente Piñero tenía otros planes.

     A la voz de ¡adelante! El venezolano salió como una tromba indetenible y le hizo el primer toque a Barúa. De allí en adelante se sucedieron acciones muy atléticas y técnicas por ambos lados, en medio de la ensordecedora algarabía de las barras. Sin embargo, creo que  a Barúa le tomó de sorpresa la agilidad, dinámica y enérgica disposición del venezolano. El peruano no hallaba donde meterse… El último toque, para completar la victoria del venezolano 5 a 3, fue un ataque compuesto nacido de una muy larga distancia donde Piñero con una serie de veloces y decisivas fintas, haciendo un despliegue extraordinario de su explosivo juego de piernas, terminó engañando al peligroso adversario para forzarlo a intentar una parada y terminar colando la punta de su florete por otra línea que había quedado ahora descubierta.

     De esa sorpresiva manera Clemente Piñero se titulaba Campeón Bolivariano de la prueba de florete masculino individual. Entonces Piñero me dijo algo así como:

¿Y dónde está la risa de Barúa?  Y por su parte el maestro de maestros, el profesor Rodolfo Bartha, se movilizaba cerca de nosotros con una enigmática sonrisa en su curtido rostro. Y siempre guardó silencio acerca de su predicción en torno al desenlace de esta prueba. Clemente Piñero se perfilaba en esta ocasión como el insigne atleta que, a base de coraje, disciplinada preparación y excelsas condiciones, llegaría a conquistar junto a Silvio Fernández, Freddy Salazar y Jesús Gruber, no sólo el oro suramericano, donde sorprendieron al dos veces Campeón Panamericano Guillermo Saucedo, sino también ¡increíblemente! (En una hazaña que,  algunos periodistas del ayer, se atrevieron a comparar con el logro de los “héroes del 41” que conquistaron el campeonato de la Serie Mundial de beisbol en La Habana) derrotaron al equipo cubano en los Juegos Centroamericanos  y del Caribe en Puerto Rico, un dream team donde figuraba el dos veces campeón Panamericano Eduardo John y una constelación de floretistas que ya se estaban acostumbrando al podio hasta en eventos olímpicos.

Clemente Piñero acompañado de su esposa Rosita y dos de sus hijos: Jhayla y Yamil

De esa sorpresiva manera Clemente Piñero, de Venezuela se titulaba Campeón Bolivariano de la prueba de florete masculino individual.

Este relato no es ficción, es historia. Lo certifico…