El fútbol merideño reclama sus espacios

Aquellos que seguimos de cerca este maravilloso mundo de los deportes, nos hemos preguntado: ¿Cómo es que las selecciones de los equipos de fútbol de Mérida suelen ser asiduas dominantes de las categorías menores a nivel nacional, desde las infantiles hasta las juveniles, donde han dejado a lo largo de muchos años un récord impresionante de victorias, pero al llegar a la categoría máxima del fútbol nacional, se conformaba hasta hace poco con defenderse del descenso a la Segunda División?
Pues resulta que a la luz de los más recientes resultados de la liga profesional de fútbol de primera división esta situación pareciera estar cambiando de manera dramática. Hasta hace poco en el mercado de venta y reventa venezolano, los jugadores merideños, talento criollo local, eran atraídos por mejores ofertas salariales y estaban abandonando la cantera que les vio formarse. Allí donde se desarrollaron sus años de aprendizaje de los rudimentos básicos de este deporte en las categorías menores.

Pareciera que la nueva estabilidad económica producto de la respuesta de las tribunas al interés de los partidos del equipo merideño, estaría permitiendo una reoxigenación salarial y preservara para la ciudad que les vio crecer, la presencia de estos jugadores convertidos en estrellas nacionales y algunos en cracks internacionales como el caso de Adalberto Peñaranda.
La tradición del fútbol en la sierra andina tiene sus orígenes tanto en Mérida como en Táchira y Trujillo (y últimamente, se agrega también el piedemonte andino), perdidos en la bruma de los tiempos. Vivir en Mérida y no consustanciarse con el balompié local, es prácticamente imposible. Al pasar todos los días por las principales locaciones y arterias viales de la ciudad, uno no puede evitar toparse con un montón de chipilines que corren emocionados tras un esférico de cuero pintado de blanco con arabescos. Ya sea en el campo Moros Ghersy de la ULA, o en la avenida de Las Américas, frente a Indeportes, o en la cancha de Campo de Oro, o en un largo etcétera que la memoria del redactor imposibilita enumerar.
Mérida es pasión futbolera
El fútbol es aquí una pasión desbordada. A los andinos también les encanta el beisbol, pero sólo peloteros de mucho talento como Johan Santana “el Gocho” (quien también jugó fútbol) pueden escapar de la influencia dominante de este arraigado deporte.



La cantera serrana ha producido, y sigue produciendo, estrellas que han dejado su impronta en la cancha. Para muestra sólo algunos nombres que han lucido la camiseta vinotinto: Ruberth Morán, Manuel Sanhouse, Rafael Dudamel (arquero estrella internacional y ahora como técnico triunfador), Gabriel Urdaneta, René Torres (quien fue el primer venezolano en anotarle un gol a Argentina), Rafael Cadena, Richard Páez (quien después como técnico rescató la camiseta vinotinto), y tantos otros cuyos nombres (otra vez) escapan a la memoria del redactor.

Mención aparte merece Guillermo Soto Rosa, cuyo nombre lleva el estadio local en agradecimiento a la inmensa labor llevada a cabo por este insigne deportista, padre y fundador de la divisa con más popularidad en el fútbol merideño: el Estudiantes. Este deportista fue baluarte y pionero de la conversión del fútbol de colonias metropolitano, en lo que es hoy día, gracias a su aporte y su amor por el fútbol venezolano.
Mérida: 1 Venezuela: 0

Dice la historia que, siendo la década del sesenta, y no existiendo en aquel entonces comunicación con la provincia como ahora, los equipos deportivos del país eran integrados en su mayoría por jugadores procedentes de Caracas y sus alrededores. Y dicen que la selección de Venezuela que iba a ir a participar en unos Juegos Bolivarianos, para foguearse, decidió enfrentar al equipo de Mérida. Y vino a Mérida entonces la flamante selección nacional, y jugaron un partido en el que nunca se imaginaron que tendrían que enfrentar a una selección merideña ordenada, con esquema de juego de equipo, con concepto, y con un delantero que estuvo asediando intensamente la portería vinotinto. El partido, (considerado «amistoso», fue jugado sin embargo a sangre y fuego, y a medida que avanzaba el cronómetro, la flamante selección nacional de Venezuela, se encontraba de pronto con una formación bien parada y que no le permitía mayores libertades… Por eso, el orgulloso plantel patrio siguió avanzando con el cuchillo apretado entre los dientes, ya que no estaba en sus planes perder con un equipito regional. El partido, se mantuvo en medio de fuertes incidencias sin anotaciones por largos minutos, hasta que el veloz delantero merideño vulneró el arco visitante con un misil indetenible que sepultó al once visitante. Al terminar el partido con su contundente derrota, el equipo nacional se tuvo que ir “con el rabo entre las patas” dejando su orgullo lacerado a los pies del incisivo delantero merideño que no era otro que Guillermo Soto Rosa, primera gran figura del fútbol local y a quien en su honor hasta el mercado libre de nuestra ciudad le ha dedicado su nombre. Recuerden, nadie dice «voy al mercado Jacinto Plaza», sino «voy al Soto Rosa».
Un pueblo: una tradición…
Así que, un pueblo con esta tradición a cuestas, no podía menos que colocarse a la altura de este historial. Ya era hora… De manera que estamos viviendo tiempos de una nueva realidad canterana, más acorde con nuestra tradición y performance en ligas menores. Los equipos locales, particularmente el «Estudiantes», están escribiendo ahora un nueva página de la historia de nuestro fútbol y para satisfacción de nuestros aficionados locales, es una página brillante y pletórica de emociones que no sólo va a celebrar la Mérida serrana, como madre de esta criatura, sino que también se beneficiará todo el fútbol nacional. Bienvenidos los éxitos merideños, ahora también en Primera División.
Félix Bizot