En Oslo – Por Isaías A. Márquez Díaz

Tras el impulso de varios intentos de diálogo, desde 2016, con apoyo internacional, que culminaron en debates estériles gobierno/oposición por omisión de los acuerdos, ambas representaciones se hallan en Noruega, país que ostenta un índice acumulado equivalente a unos 9,93 puntos como el más democrático del mundo, para 2014, tendencia que aún mantiene, según “ The Economist Intelligence Unit”, lo que representa otro esfuerzo a objeto de procurar,ahora, una respuesta y/o propuesta coherente en virtud de la delicadeza de nuestra crisis política agravada tras los hechos del 30/4, a causa del levantamiento arbitrario de la inmunidad parlamentaria a unos siete diputados opositores, aparte de unos 13 legisladores objetados por presuntos actos conspirativos, según el TSJ.
Es un esfuerzo de “seriedad y apoyo”, con respaldo de la ONU, que dependerá del dinamismo de los actores, iniciativa extraordinaria aprovechable ya que el momento actual, de criticidad única, demanda acciones concretas para superación de la crisis agobiante.
Pese a la intencionalidad, el diálogo no es buen augurio para Venezuela ya que según Guaidó, no se prestará para “ningún tipo de negociación falsa” y como el juego tiende a trancarse, entonces la salida será la menos deseable, por experiencia con otros países como Libia (10/2011): intervención militar, razón forzosa por que logremos éxito y acuerdos de trascendencia para nuestra vida institucional por la instauración de una socialdemocracia participativa en pro de nuestro bienestar y progreso hoy día desmejorados y con algunas esperanzas vanas que afloran a causa de la informalidad y divagaciones de los líderes sobre quienes recae el peso político, tema no exclusivo puesto que los compromisos son compartidos.