COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO

SEÑOR JESÚS: ¡ACRECIÉNTANOS LA FUERZA DE LA VIDA!

UNO VIVE PORQUE CREE EN ALGO: El espíritu orante del alma con Dios, es un respiro de confianza y una aspiración de esperanza, que perdura en el amor. Realmente, todo se conjuga con el amar y es la fe, que nunca es inútil, la que nos vierte la facultad de mirar con ilusión los dilemas de la vida. También nos ayuda a aceptar incluso los fracasos y las angustias, sabiendo que el mal jamás tendrá la última palabra, porque la certeza mueve montañas y remueve pulsos.

I.- LA SANACIÓN DEL CORAZÓN COEXISTE

Dios cambia este mundo injusto,

trasformando nuestras entretelas,

cambiando nuestro modo de ser;

sólo hay que ponerse a sus pies, 

dejarse querer e ir a su llamada.

Hallemos su camino en nosotros,

el que buscamos y rebuscamos,

con la fe como verdad y bondad.

Abrámonos a su tañer incesante,

acojamos su entrada en el alma.

No hay mejor curación mística, 

que la corriente radiante del sol,

pues todo lo ilumina de dulzura,

que proviene del cielo como luz,

esplendor que nos alaba y eleva.

II.- EL CORAZÓN DE LA FE NOS MORA

Todo tiene su pulsación métrica,

que con su mística nos reafirma,

en el firme designio de la prueba;

pues aquel que cree, reconsidera;

existe y se asiste, piensa y rumia.

La convicción de uno comienza,

donde termina el nefasto orgullo,

una forma de egoísmo que mata,

que nos deja el corazón desierto,

y la mirada en eterna desolación.

Ominoso el que no cree en nada,

porque uno es para la confianza,

tanto en los demás como en uno,

pues la fuerza de la vida es la fe,

y si vivimos es porque creemos.

III.- CORAZÓN A CORAZÓN SE VIVE

Vivir en la fe es avivar el verso,

volverse poesía y mudar pasos,

reanimarse y animarse a existir,

siempre enamorados y gozosos,

de ser para Dios y a Dios amar.

Labrar la virtud de la gratuidad,

aunque el mundo no lo entienda,

y no nos lo condecore con vivas,

es un buen modo de glorificarse,

pues la fidelidad no se mercadea.

Los latidos de la lealtad son aire,

franqueza de níveas vibraciones,

altruismo y humanidad oferente;

pues si somos un regalo de Dios,

seámoslo similar para los demás. 

Víctor CORCOBA HERRERO

corcoba@telefonica.net