OPINIÓN

Hecatombe socialista – Por Isaías Márquez

 

La tragedia sociopolítica que hoy día afronta Venezuela y sus habitantes, cuya economía lleva años en caída libre, tiende a  agravarse ya que las decisiones  en materia de política económica  recién adoptadas por el desgobierno de Nicolás Maduro, quien  actúa mecánicamente  y al descabello sobre la materia, no son objetivas.

Los tecnócratas del régimen permanecen anclados a la filosofía castrocomunista desfasada, lerda y obtusa ya que pareciera que poco o nada entienden sobre el desconcierto de un pueblo ya sobresaturado de engañifas ante una canasta básica que se incrementa desde hace años, pero la tendencia hiperinflacionista, en medio de una gravísima crisis política e institucional, de momento no se revertirá y tampoco se estabilizará. De hecho, el FMI estima que Venezuela cerrará, otro año,  con  índice inflacionario superior a un  1000%.

Desde hace un par de años, los precios han subido  en cerca de un 13864 %, lo cual se pretende paliar mediante incrementos salariales acordados sin perspectiva financiero actuarial alguna, sino compulsivamente en medio de una economía sin planes de reestructuración porque no se llevan estadísticas, sino  que se actúa sobre el momento con ofrecimientos dadivosos (bonos).

Por otra parte, la asignación y/o regulación de precios es la piedra angular de las distorsiones económicas, sin la menor e inequívoca duda de que tal acción obedezca a que hay escasez y carestía de productos. La economía distorsionada consiste en irregularidades donde están  afectados los flujos de producción, circulación, distribución, intercambio y consumo.

Este flujo o dinámica de bienes y servicios y su contraprestación monetaria son las que reciben los impactos de las decisiones económicas descabelladas  relacionadas, directamente, con las “políticas de asignación de precios”. Cuando el gobierno no está consciente de los costos de mercado o los obvia, intencionadamente, es una de las razones por las cuales surgen las distorsiones, agravadas por la escasez y el acaparamiento de los bienes de consumo masivo, incluso de la dieta básica.

De ahí, el  cáncer del bachaqueo. Solo una administración que actúe sobre bases ciertas en planificación de un aprovechamiento efectivo de los recursos podría redimirnos del marasmo económico  al cual nos ha llevado la revolución.