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Caraqueños recurren a la ropa de segunda mano para salvar el “estreno” de Fin de Año

Caraqueños recurren a la ropa usada para salvar la tradición del «estreno». Foto Cronica.Uno

Redacción @cronicauno

Los negocios de ropa vintage bullen de actividad con rebajas de hasta 40 % en prendas que parecen nuevas. Aunque el flujo de clientes es moderado, los comerciantes aseguran que la concreción de las compras es baja. Los clientes prefieren dar dos y tres vueltas antes de ceder el efectivo para estirar el presupuesto.

Caracas. Mientras la brecha cambiaria y la inflación acumulada aprietan el bolsillo de los caraqueños a pocos días del fin de año, los bazares de ropa usada redefinen el concepto de los estrenos.

En tiendas y pequeños locales las prendas de segunda mano se posicionan como tabla de salvación para abaratar costos en la vestimenta y mantener viva la tradición del 24 y el 31 de diciembre.

En las tiendas del centro de la ciudad ofrecen rebajas de hasta 40 % en prendas que, a simple vista, parecen recién sacadas de su empaque original. 

Los negocios de ropa vintage bullen de actividad con rebajas de hasta el 40% en prendas que parecen nuevas. Foto Cronica.Uno

Desde jeans de marcas reconocidas, a partir de $7, hasta vestidos de diseñador, conjuntos de taller y objetos de decoración para el hogar, estos locales ponen al alcance del presupuesto familiar lo que en las vitrinas de ropa nueva importada es poco accesible, con precios indexados al dólar y el euro.

La parálisis del consumo

Datos del Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF) reportaron en febrero de este año que los rubros de vestido y calzado tuvieron un alza de 17.1%, por encima de los alimentos y otros servicios. Por otra parte, Cedice Libertad reportó que el costo de vida en bolívares tuvo un ascenso sostenido, lo cual obligó a los comercios de ropa nueva a indexar sus precios cada semana

Este desfase hace que la costumbre de estrenar ropa se convierta en un lujo, hecho que empuja a los consumidores con empleos formales hacia el mercado de segunda mano para evitar el colapso de sus finanzas familiares.

Aunque el flujo de clientes es moderado, las compras son bajas. Foto Cronica.Uno

Sin embargo, el flujo de personas en estos locales no siempre se traduce en ventas. En un recorrido realizado por el equipo de Crónica Uno, se constató que la dinámica predominante es la del sondeo: los consumidores entran, preguntan precios, comparan montos entre un estante y otro y consultan las etiquetas en busca de alguna rebaja que haga viable la transacción.

Desde jeans de marcas reconocidas a partir de siete dólares hasta vestidos de diseñador, conjuntos de taller y objetos de decoración para el hogar. Foto Cronica.Uno

Vendedores consultados coinciden en que, aunque la densidad de clientes se mantiene moderada a propósito de las festividades, la concreción de las compras es baja y mucho más luego del 24 de diciembre.

Los clientes prefieren dar dos y tres vueltas antes de ceder el efectivo para estirar el presupuesto. Coinciden en que este año la merma de las ventas ronda 45 % en comparación con años anteriores, cuando había mayor circulación de dólares.

Mirar no es comprar

En una tienda de ropa de garaje del centro comercial Galerías Ávila hay gran variedad de ropa en los percheros. Blusas y leggings tres por $10 dólares, pantalones de vestir en $13 y suéteres desde los $5.

El establecimiento llama la atención por la decoración de sus paredes con retratos de figuras icónicas de la cultura pop. Muchos se detienen para ojear los precios, pero pocos se deciden a comprar.

En tiendas de segunda mano las ofertas abundan. Foto Cronica.Uno

Alejandra Ramírez, encargada de la tienda, comenta que en cuatro años de existencia este cierre de 2025 es uno de los más duros para las ventas. “La gente suele llevarse de todo, pero hay días en los que no vendemos nada. La situación está ruda, pero a veces hay un golpe de suerte y salimos de la mercancía. Es muy variable”.

En mercadillos de ropa vintage se encuentra ropa y objetos variados. Foto Cronica.Uno

Edwin López, un internacionalista de 50 años, calcula que ahorra hasta 30 % al adquirir piezas usadas. Es cliente habitual del local y lo frecuenta una vez por semana para aprovechar las ofertas.

Sin embargo, este año a duras penas pudo apartar 20 % de sus ingresos para adquirir unas camisas. Los altos costos y la inflación pulverizaron su bonificación de diciembre.

Los bazares de ropa usada redefinen el concepto de los estrenos

En la planta baja del Centro Comercial Plaza Las Américas está ubicada la sede del Garage del Sol. En sus espacios, similares a un mercadillo de curiosidades y objetos vintage, conviven más de 20 emprendedores que exhiben todo tipo de mercancía y productos; algunos nuevos y otros usados. 

Heidy Castro, publicista y psicóloga infantil, es una de las comerciantes que tiene su puesto allí. Se estableció en agosto y vende de todo un poco: ropa, carteras, perfumes, muebles y productos de bienestar que trae de Estados Unidos.

“Aquí siempre se vende en temporada, pero este año el flujo de clientes bajó hasta 50 %. Hay días en los que no viene nadie, pero yo tengo suerte porque tengo una cartera de clientes que viene a buscarme”.

Entre la baja venta y la competencia

Para Pastora Crespo, el mercado de segunda mano no es una novedad impulsada por la crisis, sino un oficio que ha perfeccionado durante tres décadas. Sin embargo, reconoce que el panorama nunca fue tan complejo como ahora.

Caraqueños recurren a la ropa usada para salvar la tradición del «estreno». Foto Cronica.Uno

En su pequeño local, el negocio se basa en la curaduría: Pastora realiza una selección minuciosa de piezas. Recibe donaciones de allegados o compra directamente conjuntos, blusas y vestidos de diseñador que luego ofrece en sus anaqueles con etiquetas que marcan hasta 50 % por debajo de su precio original.

Los clientes se decantan por piezas en descuento. Foto Cronica.Uno

No obstante, Crespo se enfrenta a un obstáculo que va más allá de la inflación: la competencia desleal del comercio informal.

“Lo más difícil ahora no es solo que la gente tenga poco dinero, sino la competencia en las calles. Los trabajadores informales ofrecen grandes volúmenes de mercancía a precios mucho más bajos con los que es imposible competir, porque la gente busca proteger su bolsillo aunque a veces se sacrifique la calidad”.

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