Tejer confianza: el capital social como escudo colectivo – Por Diputado Omar Ávila

Dip. Omar Ávila – dip.omaravila@gmail.com – www.unidadvisionvzla.blogspot.com
X e Instagram: @OmarAvilaVzla
En los últimos años he aprendido algo que ningún manual de gestión pública enseña: en los barrios donde la gente se conoce por nombre y apellido, se resuelven problemas que en otros sectores parecen imposibles. Donde hay confianza entre vecinos, se organizan mejor las comunidades, se comparte información sobre servicios y se cuidan las calles disminuyendo los riesgos; en sentido contrario, donde esa confianza no existe, cada familia pelea sola contra la escasez, el miedo y la incertidumbre.
Esta diferencia tiene nombre en las ciencias sociales: capital social, no es un eslogan ni una metáfora: es el conjunto de vínculos, normas de reciprocidad y confianza que permiten a un grupo coordinar acciones para beneficio mutuo. Y en Venezuela, donde el Estado tiene capacidad limitada y los recursos escasean, el capital social es a menudo la única red de seguridad que funciona.
Robert Putnam demostró que las comunidades con alto capital social tienen mejores indicadores de salud, educación y seguridad, independientemente de su ingreso. El capital social actúa como multiplicador de recursos: con los mismos bolívares, una comunidad conectada logra más que una fragmentada.
La crisis tensionó profundamente nuestro tejido social, la emigración rompió redes consolidadas por décadas, la polarización convirtió espacios de encuentro en campos minados; y por si lo anterior fuera poco, la economía dual creó desigualdades que generan resentimiento.
He visto tres patrones: desconfianza por defecto (no sabes si tu vecino te ayudará o perjudicará), fragmentación económica (quienes reciben dólares ó sobreviven con bolívares habitan mundos paralelos) y la extinción de espacios colectivos. Pero, también he visto sectores que reconstruyen capital social contra todo pronóstico y es de estas acciones donde podemos aprender.
Uno de los espacios de encuentro frecuente son losmercados y las ligas deportivas, allí la confianza necesita interacciones repetidas sin agenda política. Cuando se gestionan Proyectos de beneficio tangible comobacheo de calles y limpieza de tanques o plantas de tratamiento en las comunidades rurales, el éxito y satisfacción compartidos genera confianza y facilita el siguiente reto. Las reglas claras y cumplimiento visibles en temas de la recolección de basura y gestión de otros desechos, conlleva cumplimientos graduales y denuncias por incumplimiento, lo cual genera equidad, la cual es el cimiento del capital social.
El capital social requiere enfocarse en problemas concretos que todos sufrimos -agua, electricidad, gas, basura, seguridad- nunca en posiciones políticas. Estos temas debemos aprender a abordarlos en lenguaje técnico e inclusivo con datos agregados que protejan la privacidad. Las actividades en esta materia deben ser voluntarias y abiertas, gestionadas por la comunidad y con rendición de cuentas pública, pero no punitiva.
En crisis profundas, el capital social determina quién sobrevive y quién prospera. Las familias conectadas acceden a información sobre trabajos, resuelven emergencias con préstamos o favores, se cuidan mutuamente y aprenden a negociar mejores precios. Además, generan bienes públicos locales -calles seguras, información confiable y normas respetadas- que benefician a todos.
Como diputado, soy catalizador, no protagonista: facilitar espacios, visibilizar éxitos, conectar iniciativas con recursos, defender presupuestos para lo que funcione y, sobre todo, respetar los espacios vecinales.
El capital social no se decreta, se cultiva con paciencia, se mide con honestidad y se protege con instituciones justas. En Venezuela, reconstruir la confianza vecino a vecino no es romanticismo: es la inversión de más alto retorno que podemos hacer. Porque ningún programa ni remesa reemplazan lo que una comunidad conectada logra por sí misma: resolver lo urgente, sostener lo necesario y construir lo posible.

