COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO

MIRAR A JESÚS CRUCIFICADO

MIRAR A JESÚS CRUCIFICADO

ESTE ES EL ORIGINAL CAMINO EXISTENCIAL: Por el horizonte de la verdad se llega al espacio de la bondad, al humilde conocimiento de uno mismo, que es lo que nos hace querernos, para poder amar a los demás. Los brazos extendidos del Crucificado, que nos acompañan y acompasan siempre, son el tierno abrazo con el que Dios quiere ampararnos. Sólo hay que cultivar el apego, que ha de costarnos, para que sea auténtico y no un pasatiempo, ni tampoco una tragedia.

I.- LEVANTAR LOS OJOS HACIA EL ALTÍSIMO

Aislarse en uno mismo es alejarse,

apartarse y no confiar en el Señor,

elevado en la cruz para acogernos,

y protegernos de la riada de males,

que nos inundan los días de dolor. 

Sólo Dios nos alumbra las noches

de la vida, nos ilumina las sendas,

nos provee de energía en el andar;

esta es la infinita grandeza divina:

jamás la coacción, sino el aprecio.

El camino de Jesús es compasivo,

humanitario, gratuito y universal;

asequible a cualquier figura frágil,

a toda llamada suplicante de bien,

postulante de esperanza y caridad.

II.- DEL SUPLICIO BROTA LA ABSOLUCIÓN

La piedad celeste nos salvaguarda,

signo del amor inmenso del Padre,

recuerdo imborrable de esperanza,

pues todos somos deudores de paz,

y necesitamos hallar misericordia.

La maldad nos tritura cada aurora,

solos no podemos dejar lo vicioso,

nos hace falta la gracia venerable,

hemos de implorarla para regocijo,

pues es uno de los frutos más vivo.

No hay mayor indulgencia que ser,

un ser que acoge el anuncio eterno,

el de la luz de Cristo que nos guía, 

como signo de salvación conjunta,

y como tránsito hacia un nuevo sol.

III.- PROTEGIDOS POR UNA SEÑAL OMNIPOTENTE

La sana costumbre de santiguarse,

de engendrar la reliquia de la cruz,

para que el perseverante enemigo

huya, pidiendo el auxilio de Dios,

es un modo de recobrar la pureza.

Ante los peligros que nos acechan,

uno debe reconocerse y conocerse,

enmendarse en cada pisada que dé,

fraguándola de corazón a corazón,

que es como se transfigura la vida.

La cruz es la divinidad del poema,

la réplica de quien es todo perdón

y amor, ante la malicia del mundo,

que todo lo corrompe y aprisiona,

lo que nos demanda paciencia y fe.

Víctor CORCOBA HERRERO

corcoba@telefonica.net