¿Qué puede resultar de una conversación entre Donald Trump y Nicolás Maduro?

La primera vez que Donald Trump habló de la posibilidad de dialogar con Maduro fue el 17 de noviembre, cuando dijo que no descartaba ninguna opción con respecto a Venezuela. Foto: Archivo
El analista y estratega político venezolano Luis Toty Medina considera que lo que el presidente de Estados Unidos plantea con respecto a Venezuela no puede describirse como un diálogo ni como una conversación, sino como “una negociación bajo coerción”. La diferencia, explica, es fundamental: “Tú conversas con aliados o amigos, dialogas con interlocutores; pero cuando una de las partes tiene emplazada en el Caribe una flota con capacidad de ataque, ya no hablamos de diálogo, sino de una negociación forzada”
En medio de la tensión creciente entre Estados Unidos y Venezuela, el presidente Donald Trump volvió a abrir el martes la puerta a una posibilidad que parecía descartada: hablar directamente con Nicolás Maduro.
El mandatario norteamericano aseguró que “podría conversar” con el dirigente oficialista si eso permite “salvar vidas”, mientras mantiene sobre la mesa la opción opuesta, que es aumentar la presión militar y, eventualmente, ordenar una acción directa en territorio venezolano. ¿Qué podría salir de un eventual diálogo entre dos gobiernos que se han acusado mutuamente de dictadura, terrorismo, narcotráfico y agresión? Y, sobre todo, ¿qué estaría dispuesto a ofrecer Caracas y qué estaría dispuesto a aceptar Washington?
La primera vez que Trump habló de la posibilidad de dialogar con Maduro fue el 17 de noviembre, cuando dijo que no descartaba ninguna opción con respecto a Venezuela.
“Probablemente hablaré con él, yo hablo con mucha gente”, afirmó sobre una conversación directa con Maduro. También señaló que podrían “tener discusiones” porque “Venezuela quiere hablar”.
El martes, Trump reiteró que “podría hablar” con Maduro si eso ayuda a “salvar muchas vidas”.
Añadió que las cosas se pueden hacer “por las buenas, pero también por las malas”, dejando claro que, aunque hay disposición al diálogo, no descarta el uso de la fuerza militar en Venezuela.
Al ser preguntado por qué dialogar con una persona a la que su administración ha señalado de ser el líder de una organización terrorista, el Cartel de los Soles, Trump respondió: “Podría hablar con él, ya veremos”.
“Una negociación bajo coerción”

El estratega político José Vicente Carrasquero, profesor de Ciencias Políticas en el Miami College, explica a El Comercio que es clave entender que conversar no significa dialogar ni negociar. Y lo que hoy ocurre entre Washington y Caracas no encaja en las dos primeras categorías.
“Conversar es intercambiar ideas; dialogar implica cierta igualdad entre las partes. Pero aquí no hay igualdad: hay una negociación condicionada por la fuerza”, dijo.
La presencia militar estadounidense en el Caribe, añade, convierte cualquier contacto en un proceso “por la buena o por la mala”, una presión que busca empujar a Maduro hacia una salida.
El experto recuerda que desde hace años la comunidad internacional -y especialmente Estados Unidos- ha ofrecido garantías de seguridad para una salida negociada de Maduro. Pero el dirigente oficialista, asegura, siempre ha preferido quedarse, convencido de que su supervivencia depende únicamente de él y de su círculo.
“Para él, quedarse es más seguro que irse”, señala. Sin embargo, episodios recientes -como ser retirado abruptamente de una sala durante un evento, gesto que se viralizó en video- mostrarían que Maduro ya no controla plenamente su propia seguridad, lo que podría empujarlo a considerar alternativas que antes rechazaba.
Consultado sobre si Estados Unidos aceptaría mantener a Maduro en el poder a cambio de concesiones estratégicas como el petróleo, Carrasquero descarta esa posibilidad. Argumenta que el petróleo venezolano ya no es un incentivo determinante, ni por su calidad ni por su peso en un mercado regional ampliamente abastecido por otros productores. “Si esto fuera por petróleo, ya el conflicto estaría resuelto”, ironiza.
El foco real para Washington, asegura, está en el narcotráfico. Estados Unidos considera que Maduro “no está poniendo suficiente empeño en frenar el flujo de droga”, y esa preocupación, más que la energía, es la que estructura hoy la política hacia Venezuela. En esa lógica, la única oferta viable que Maduro podría poner sobre la mesa sería una salida segura del poder, con garantías de protección personal, sostiene.
Advierte que el régimen no es solo Maduro. “Si tú sacas a Maduro, estás desarmando una organización compleja, que involucra a cárteles de la droga, grupos irregulares y redes que operan con amparo en Venezuela”, explica. Ese entramado, asegura, tiene intereses propios y podría incluso presionar a Maduro para que no abandone el poder. “A esa gente no le conviene que Maduro se vaya. Podrían decirle: si usted se va, nosotros estamos condenados”.
El analista anticipa que Estados Unidos seguirá escalando la presión, dentro de lo que describe como una diplomacia sostenida por fuerza militar. No descarta acciones puntuales contra centros vinculados a la droga en Venezuela, lo que enviaría a Maduro la señal de que la amenaza ya no es solo retórica. “Maduro aún está en la fase de ‘no creo que hagan eso’, pero esa fase podría terminar pronto”, concluye.

El analista y estratega político venezolano Luis Toty Medina considera que lo que Trump plantea con respecto a Venezuela no puede describirse como un diálogo ni como una conversación, sino como “una negociación bajo coerción”. La diferencia, explica, es fundamental: “Tú conversas con aliados o amigos, dialogas con interlocutores; pero cuando una de las partes tiene emplazada en el Caribe una flota con capacidad de ataque, ya no hablamos de diálogo, sino de una negociación forzada”.
En ese sentido, ambas partes tienen objetivos completamente distintos. Trump opera desde la presión y la disuasión; Maduro, desde la supervivencia y detrás de la retórica de defensa de la democracia, el experto sostiene que Estados Unidos tiene un propósito principal: reconvertir a Venezuela en un proveedor energético confiable para el mercado norteamericano.
“Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses”, resume. El interés clave sería romper las alianzas estratégicas de Caracas con China, Irán y Rusia, reabrir el flujo estable de petróleo y gas hacia Estados Unidos y desplazar la influencia geopolítica rival en la región. “La libertad y la democracia en Venezuela son un plus, no el objetivo principal”, señala Medina.
Desde la Casa Blanca, Trump enmarca cualquier contacto con Maduro bajo la figura de combatir a una “organización terrorista”, sostiene Medina. Tras acusarlo de liderar una red de narcotráfico, ahora la única vía sería negociar, pero “negociar desde la presión”, insiste.
En el otro extremo, Medina dice que Maduro busca algo muy distinto: tiempo. “Maduro entró en una dinámica parecida a la de un alcohólico anónimo: no piensa en sobrevivir a 20 años, piensa en sobrevivir 24 horas”, explica el analista. El régimen venezolano ha usado todas las negociaciones anteriores para ganar oxígeno político, disminuir la presión internacional y mantenerse en pie un día más. “Ese es su objetivo central: seguir en el poder mañana”.
¿Qué podría ofrecer Trump? No la permanencia de Maduro en el poder, dice el experto, sino una salida segura: garantías personales, inmunidad, un destino para ser asilado -como Turquía- y condiciones que aseguren que no será detenido o extraditado. “Seguramente lo que la administración Trump va a poner sobre la mesa es un camino de salida, no su continuidad”.
Pero esa oferta, sostiene, difícilmente se extendería a toda la cúpula chavista. Maduro, afirma Medina, negociaría esencialmente por sí mismo y por su familia. “No lo veo pidiendo condiciones para todo su entorno. En el avión donde se iría, no caben todos”, concluye.

El embajador Juan Álvarez Vita explica que Trump se abre al diálogo con Maduro porque su despliegue militar en el Caribe tiene apoyos internacionales limitados.
Álvarez Vita señala que esta dinámica encaja en una estrategia habitual del magnate: acorralar primero, dialogar después. Pero advierte que Estados Unidos actúa hoy con un margen casi absoluto, sin atender demasiado a las normas internacionales: “Lo hemos visto en materia de aranceles, en decisiones políticas internas y en su política exterior. Trump retrocede cuando le conviene y avanza cuando le conviene”.
En ese contexto, enumera el cerco económico y logístico que Washington ya ha impuesto sobre Venezuela: restricciones aéreas, presiones marítimas y capacidad para aislar totalmente al país si así lo decide. Incluso considera que la posibilidad de una acción militar está siempre presente. “No creo que todo este despliegue armado sea casual. Estados Unidos ha actuado antes sin esperar una autorización real del Consejo de Seguridad”.
Por eso, duda de que la intención de Trump sea genuinamente constructiva: podría tratarse, dice, de una jugada para acelerar un desenlace favorable a Estados Unidos. Más aún cuando el presidente necesita mostrar triunfos internacionales, algo que no ha conseguido ni en Ucrania, ni con China y Taiwán, ni en Medio Oriente, anota.
“Trump necesita victorias, y un diálogo con Maduro podría presentarlo como un logro, aunque no necesariamente lo sea”, dice Álvarez Vita.

