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Renuncia pública e irrevocable a la Sociedad Bolivariana de Caracas – Francisco Perdomo Terrero

Casa de la Sociedad Bolivariana de Venezuela

Sede Principal

He sido miembro de la Sociedad Bolivariana de Caracas desde el año 1968, cuando apenas contaba con veintiún años de edad. Mi incorporación a esa ilustre institución estuvo marcada por un acto que entonces honraba la tradición, la dignidad y el rigor histórico que la Sociedad representaba. Mi padrino lo fue don Marcos Paris del Gallego y recibí el diploma de miembro de manos del ilustrísimo señor Luis Villalba Villalba, en presencia del secretario Escalona y de distinguidos miembros del directorio. Aquella ceremonia simbolizaba algo más que una membresía: era la entrada a una institución moralmente exigente, llamada a custodiar con celo el pensamiento y la obra del Libertador.

Durante años, la Sociedad Bolivariana mantuvo —con discreción, pero con firmeza— una autonomía intelectual que le permitió continuar la publicación de los Escritos del Libertador, preservando un legado que no pertenece a ninguna parcialidad política, sino a la Nación y a la Historia.

Con la llegada de Hugo Chávez y su afán de manipular los hechos históricos y subordinar las instituciones culturales a su proyecto de poder, esa autonomía comenzó a ser sistemáticamente vulnerada. Se le arrebató a la Sociedad la custodia del Archivo del Libertador; se forzó la incorporación de personas afines al régimen dentro del directorio; y se sustituyó el rigor académico por la obediencia ideológica. Frente a ese proceso de degradación institucional, opté entonces por separarme en silencio, sin estridencias, pero con plena conciencia del daño que se estaba infligiendo.

Hoy, sin embargo, me veo moralmente obligado a formular una renuncia definitiva y pública.

El motivo inmediato e ineludible de esta decisión es el acto mediante el cual la Sociedad Bolivariana de Caracas ha pretendido otorgar un premio a Nicolás Maduro, grotescamente denominado “Premio Arquitecto de la Paz”. Este hecho, difícil de calificar sin recurrir al eufemismo, constituye una afrenta directa al ideario bolivariano, a la verdad histórica y al mínimo sentido de decoro institucional.

Dicho premio ha sido entregado bajo la responsabilidad directa de la actual dirigencia de la Sociedad, encabezada por el ciudadano General de Brigada Pompeyo Torrealba Rivero, en su condición de Presidente, acompañado por la Dra. Mireya Leal Beaujón y el Lcdo. Marcos Fuenmayor, primero y segundo Vicepresidentes respectivamente y el secretario,  Tcnel. Jesús Arturo Salvador Hinojosa, entre otros miembros del directorio. Todos ellos cargan con la responsabilidad histórica y moral de haber avalado —por acción u omisión— un acto que degrada a la institución que dicen representar.

No puedo permanecer, ni siquiera nominalmente, en una organización que honra a una persona responsable de más de mil presos políticos, de un número incalculable de víctimas mortales y de la usurpación de la voluntad popular mediante elecciones fraudulentas. Llamar “arquitecto de la paz” a quien ha edificado su poder sobre la represión, el miedo y la miseria nacional no es solo una falsificación del lenguaje: es una perversión consciente de la Historia.

La actual directiva de la Sociedad Bolivariana de Caracas deja muchísimo que desear. Al aceptar y legitimar este acto, no solo deshonra la institución, sino que se desacredita a sí misma ante cualquier conciencia libre y ante el juicio inevitable del tiempo.

Por todo lo expuesto, presento mi renuncia irrevocable como miembro de la Sociedad Bolivariana de Caracas, sede principal. Lo hago con pesar por lo que esta institución fue, pero con absoluta serenidad por lo que no estoy dispuesto a tolerar. La Historia no absuelve a quienes la manipulan, ni el tiempo redime a quienes canjean principios por conveniencia o sumisión.

Me retiro con la tranquilidad de haber sido fiel a una concepción de Bolívar que no necesita premios espurios ni ceremonias serviles para subsistir, porque vive —y vivirá— en la verdad histórica y en la conciencia de los hombres libres.

_Francisco Perdomo Terrero_