Comerciantes informales se rebuscan tras ser desalojados de La Hoyada

La Alcaldía de Caracas se llevó durante la madrugada del 5 de agosto los puestos, mercancía, e incluso motos. Algunos buhoneros se mantienen en el lugar, aunque eludiendo constantemente a la policía
EL DIARIO
¡Aguas, aguas!”, el grito resuena por La Hoyada, en el municipio Libertador del Distrito Capital, alertando sobre la presencia de alguna patrulla o moto de la policía. La seña, ya popularizada en las calles de Caracas, sirve como advertencia a los buhoneros (comerciantes informales) para que recojan rápidamente su mercancía y bajen las escaleras hacia la plaza Narváez.
Apenas una semana antes, el escenario era completamente distinto. La avenida Universidad y sus adyacencias eran un río de toldos y cornetas. Esa vez los gritos invitaban a comprar desde ropa y accesorios para celulares, hasta juegos de ollas y envases. El comercio informal afloraba en toda esa vía del centro de la ciudad y sus calles cercanas, hasta extenderse por Nuevo Circo y la avenida Lecuna.
Sin embargo, la noche del 4 de agosto, funcionarios de la Alcaldía de Caracas iniciaron un operativo para despejar toda la zona del comercio informal. Con camiones, policías y colectivos, recogieron todos los tarantines, que quedaron confiscados por las autoridades. Durante los días posteriores, el Instituto Municipal de Gestión de Riesgo y Administración de Desastres (Imgrad), junto a otras dependencias, emprendieron jornadas de limpieza y vigilancia.
En su cuenta de Instagram, el Imgrad informó que todo formó parte de un plan de ordenamiento del comercio informal, para garantizar el libre tránsito y la seguridad en La Hoyada. “El objetivo principal fue ordenar la economía popular, reducir el caos en las vías aledañas, y mejorar la experiencia para vendedores y visitantes», reportó.
Bajo perfil

El equipo de El Diario recorrió la avenida Universidad el 7 de agosto, dos días después de la “jornada de reordenamiento”, para ver si se mantenía la vía despejada. Efectivamente, en las aceras de la avenida Universidad ya no se aprecian toldos ni tarantines de ningún tipo, al igual que en la avenida Bolívar, frente al Mercado de La Hoyada y en el terminal de Nuevo Circo. Solo se mantienen comercios debidamente autorizados por la alcaldía, como kioscos y carritos de perros calientes.
No obstante, en toda la zona se pudo ver a varios buhoneros conocidos como “manteleros” abarcando las aceras. Muchos deambulan de un lado a otro, vendiendo paños de cocina o camisas en ganchos que cuelgan de sus brazos. Otros llevan a cuestas bolsas que, en segundos, despliegan en el suelo para exhibir su mercancía.
Al grito de alerta, todos los manteleros corren por las escalinatas hacia la plaza Narváez, frente a la estación de Metro de La Hoyada. Se pudo ver a un policía detenerse y tomar un video de la avenida para reportar que seguía despejada, luego se fue sin decirles nada.
Hacia la esquina de Coliseo y la avenida Sur 5, el paso peatonal nuevamente se reduce. A los manteleros y vendedores ambulantes se suman los puestos de comida rápida que abarcan la mayor parte de la acera, además de líneas de mototaxi que complican la circulación.
Sustento perdido

Por las escaleras hacia la plaza Narváez los buhoneros poco a poco se han instalado de nuevo. Ante los gritos de aviso, recogen preventivamente sus cosas, aunque allí los policías parecen ser más flexibles que en la avenida. “Mientras no estorbemos, acá nos dejan quietos”, comentó uno de los buhoneros a El Diario.
El Imgrad señaló en su Instagram que durante su jornada de reordenamiento del 6 de agosto, se establecieron “zonas específicas para el comercio informal”. Se desconoce si con ello se refiere a los espacios de la plaza Narváez, donde inicialmente se habían permitido algunos emprendimientos informales en años anteriores. Aun así, ese ha sido el espacio usado por los vendedores, quienes confirmaron que ya no se les permite subir a la avenida Universidad.
Un vendedor de sandalias relató a El Diario que en el operativo de limpieza del lunes, los funcionarios montaron todo en los camiones “como si fuera chatarra”. Algunos comerciantes apenas pudieron recuperar algunas cosas en el proceso, pero los más afectados fueron quienes tenían sus tarantines en la avenida Universidad, pues asegura que perdieron todo lo que guardaban allí. “Hubo una familia que perdió como 300 dólares en mercancía”, dijo.
Afirmó que no hubo ninguna notificación previa ni orden de desalojo que pudiera advertirles. Solo llegaron en la madrugada, y aunque reconoce que los funcionarios no actuaron de forma violenta, sí fueron intransigentes en su operativo. “Se llevaron hasta unas motos que estaban paradas allí con una máquina y las tiraron en el camión. Quedaron aplastadas con todas las cosas que les cayeron encima”, contó.
El vendedor indicó que, al igual que otros buhoneros de la zona, solo busca trabajar para sostener a su familia. “No estamos haciendo daño a nadie, estamos trabajando honradamente y tenemos el mismo derecho al trabajo que los demás”, protestó. Agregó que espera que la alcaldía les de mayor información en los próximos días sobre su reubicación y las dinámicas con las que operarán ahora.
Espacio despejado

Si bien el tránsito por La Hoyada no ha dejado de ser complicado, ahora que no hay buhoneros el paisaje de la avenida Universidad luce mucho más amplio y limpio. En redes sociales, varios usuarios celebraron el operativo recordando que en los últimos meses la cantidad de buhoneros volvió prácticamente imposible caminar por allí.
“Da cosa porque en cierta forma eran como compañeros de trabajo, pero sí es cierto que ya habían demasiados y la calle estaba colapsada”, apuntó una comerciante entrevistada por El Diario. Admitió que era necesario un proceso de reordenamiento urbano para garantizar el uso correcto de los espacios públicos, pero también manifestó no estar de acuerdo con la incautación de la mercancía y pertenencias de los buhoneros afectados.

Agregó que siempre ha habido buhoneros en los alrededores del mercado de La Hoyada, pero que su proliferación en la avenida Universidad empezó hace poco más de siete años, aumentando considerablemente con el tiempo. Indicó que las ventas en su kiosco se vieron afectadas en ese lapso, pues aunque los puestos cercanos a ella vendían productos diferentes y no había competencia, sí tapaban la vista de su negocio.
“A veces la gente me decía que no había podido encontrar el local porque se perdía entre tantos toldos”, acotó. Aunque en años anteriores pudo ver cómo el caos y hacinamiento de los buhoneros resultaba favorable para la delincuencia, sobre todo de carteristas, precisó que en los últimos meses no había percibido ningún aumento de la inseguridad como antes.
En los 40 años que tiene su kiosco en la avenida, recordó que ha pasado por varios ciclos de auge del comercio informal, que luego son desalojados o reubicados, y años después vuelven a aparecer. Por eso se mantiene escéptica sobre la durabilidad de la medida, aunque aclaró que sí le gustaría contar con espacios públicos más transitables en la ciudad. “Con tanto tiempo aquí uno ha visto de todo, así que vamos a esperar a ver cómo se desarrolla todo”, declaró.