LLAMADOS A ELEVAR UN MUNDO FRATERNO

AGUZAR EL OÍDO, RECONOCERSE BORREGO Y ALCANZAR AL PASTOR: Quien es Verdad y Vida es el Altísimo, el único que nos percibe, descubriendo nuestras propias entretelas vivientes y describiendo la bondad escondida en nosotros. Sólo hay que aprender a reprendernos para acompañarle y proseguir su camino, dejarse pastorear por su amorosa expresión y abandonarse a su aliento etéreo, vaciarse y no enviciarse de mundo.
I.- EL BUEN PASTOR VA DELANTE DE LAS OVEJAS
La sabiduría divina nos llama al amor.
Va a la cabeza en servicio desprendido,
nos resplandece con el tacto de su voz,
hasta el extremo de pensar en silencio,
para que nos renazca el espíritu beato.
Asentemos la mística con la esperanza,
pongamos fe en testimoniar el camino,
la compasión como plegaria incesante,
mediante los ruegos continuos a Dios,
el Crucificado: muerto ayer, hoy vivo.
Al frente de nuestros dolores, el Señor;
no cesa de sobrellevar nuestra congoja,
lo hace en sanación de nuestras penas,
pues dar la savia es vivificarse de luz,
para lograr verse, mirarse y renovarse.
II.- EL BUEN PASTOR VIVE EN MEDIO DE LAS OVEJAS
No hay mejor verso que anidar poesía,
que ser poema en flor sin pena alguna,
que vivir aspirando en unión y unidad,
pues el árbol benefactor nos congrega,
a entregarnos y a no ser sólo para uno.
Cada cual tiene que sentirse arropado,
estimado por los suyos que le abrazan,
y querido por todos los que lo evocan;
es razón de atenderse y de entenderse,
de acogerse, recogerse y de halagarse.
La complacencia viene de las alturas,
sabiendo que la unión hace la fuerza,
y que en medio de las mil vicisitudes,
siempre está el Salvador en asistencia,
para caminar por las sendas celestiales.
III.- EL BUEN PASTOR SABE ESTAR DETRÁS DE LAS OVEJAS
Que no se abandone a ningún corazón.
El Redentor nos exonera de las caídas,
siempre deja una zona para movernos,
pero su ojeada es la de reconducirnos,
hacia un horizonte de quietud y gozo.
El asunto está en quererse y en amarse,
en no olvidarse de nadie en el camino,
en habitar con espíritu orante a diario,
en abrazar la cruz y en fraternizarnos,
como entroncados que somos entre sí.
Quien nos lleva a Él, aparte es su Hijo,
siempre dispuesto a darnos expectativa.
Poblemos su pueblo repoblado de paz,
anidemos los latidos anudando el alma,
como pulsos lunares en pausa celestial.
Víctor CORCOBA HERRERO