OPINIÓN

PAÍS GERIÁTRICO

Isaías A. Márquez Díaz

Honrosamente, ante la huida de nuestros jóvenes,  Venezuela queda llena de adultos mayores, quienes con su experiencia, sabiduría y madurez ahora les toca retomar algunas de sus actividades de los años mozos: estudiar para actualizarse,  orientar para reconducir a los pocos jóvenes que, aunque en vías de emigrar, también hay que ayudarles a objeto de que no se depriman mientras logran su reacomodo en el destino escogido para  reiniciar una vida nueva. Aunque los mayores no disponen de condiciones adecuadas para su desplazamiento ya que las aceras incluidos sus brocales están destruidas, así como tampoco disponen de áreas de esparcimiento,  ni disponibilidad de transporte público, además de la inseguridad personal que también les acecha, ahora  les toca distraerse escribiendo la historia y analizando los procesos que se están cumpliendo a objeto de fijar criterios sobre la crisis sociopolítica que vivimos, pues  emigrar es una aventura que, por sus exigencias y riesgos, solo es  apta  para jóvenes y no es fácil para un adulto asimilar como por ósmosis una cultura diferente de la que se ha desenvuelto desde su niñez.

Una muestra clara de su predominio la tenemos en las colas  para cualquier servicio, y desde horas  muy tempranas de la madrugada.

Aun así, muy poco se les considera y hasta se les somete a humillaciones al pretender entregarles montos insignificantes el día de pago de su pensión, ya que cuentan con el monto total de la misma a objeto de atender, dentro de lo pertinente, algunas de sus becesidades tan diversas e imprevisibles.

Quienes gerencian la administración de pago de pensiones  -SUDEBAN- aseveran que los adultos mayores negocian el efectivo que reciben por taquilla y, por tal razón les han restringido el pago de la pensión; quizá pensando en una juventud eterna, libre de dolencias o necesidasdes perentorias. Pero cuidado, porque reirse de los adultos mayores podría convertirse en una autocondenación, análogo a un acto sacrílego.