EL HORIZONTE DE TODAS LAS VIRTUDES

LA HUMILDAD LO ES TODO EN LA CRUZADA: Nuestro paso por aquí abajo es el de estar en guardia y en disposición para servir, no para ser servido, sino para combatir el orgullo y los delirios de grandeza. Donde no hay servidumbre, todo se convierte en un ¡ay de luchas, discordias y divisiones!, que nos amortajan. Dios nos ha dado modelo de sumisión en Jesús y María, para que sea nuestra salvación y felicidad. Y el acatamiento, es precisamente la vía, el camino hacia la liberación.
I.- LA PUERTA DE ENTRADA:
LA ESPERANZA ES EL CIELO
Somos caminantes en camino,
pulsos del níveo verso divino,
deseosos de ser poesía eterna,
jamás poder que todo lo vicia,
y lo envicia de depravaciones.
En lo celeste está nuestra vida,
un vivir desvivido por venerar,
y un querer por querer ser loa,
en perpetua palma de aleluya,
con la bondad de las virtudes.
No hay mejor partida que ser,
el ser despojado de avaricias,
que supo ser ofrenda de amor,
abrazando a la cruz de Cristo,
la abertura de ingreso al cielo.
II.- EL PÓRTICO INTERMEDIO:
LA ENMIENDA NOS AGUARDA
Vivamos el don de la oración,
hospedemos el espíritu orante,
realicémoslo con la reverencia
debida, con el ánimo purgante,
y el deseo vivo de conversión.
Lo misericordioso es acogerse,
y recogerse, activar el carácter
penitencial, con el deseo vivo
de cambio y la firmeza de ser:
para los demás, unido a Jesús.
Con la llaneza, como proceder
familiar del discípulo querido,
y la generosidad como dicción
concreta, del amor evangélico,
más invencible que la muerte.
III.- LA VISTA EMBELLECEDORA:
SÓLO LOS MANSOS DAN SOPLO
Cristo Jesús, es el maravilloso
símbolo de la gloria del Padre,
es el más hermoso de los hijos
del linaje humano, el Salvador
de todos nosotros, en la tierra.
Sólo Él tiene la plenitud bella,
la rectitud de la gracia divina,
mediante la cual Dios redime,
a las personas de sus miserias,
alejando las tinieblas del mal.
Son las obras de amor el gozo,
el deleite de un tañer perfecto,
el palpitar de una sana caricia,
que nunca deja de seducirnos,
para que podamos transcender.
Víctor CORCOBA HERRERO