Resistencia y/o Reacción Indígena

Isaías A. Márquez Díaz
Desde 2002 se insiste en la pretensión de convencernos acerca del hecho del 12 de octubre de 1492, a manera de un etnocidio u holocausto, cuando el almirante de la mar océano Cristóbal Colón, la mañana de aquel día con tres naves cabeceando al pairo frente a tierra desconocida y jamás vista, según la revista “NATIONAL GEOGRAPHIC” (10/1986), Colón no desembarcó en Guanahaní o San Salvador, sino en Samaná, en virtud de la descripción hecha por el propio Colón ya que ésta es una isla muy baja y muy verde, de unas nueve mn de largo por unas cuatro y media mn de ancho, además de un puerto (ensenada) apto para el fondeo de las naves de la evangelización, pues un grupo de investigadores científicos estadounidenses, coordinados por el medio indicado, hallaron en Samaná, pequeña isla de las Bahamas hacia el centro del archipiélago, restos arqueológicos pertenecientes a unos diez enclavamientos de indios lacayos, prueba de la existencia de los indios que Colón vio desnudos, además de unos dos a tres poblados, también de aborígenes. Su extravío se debió, quizá, a un abatimiento de través durante la travesía.
Aparte de la confusión que sufrió, lo medular del hecho es concretrarnos al hallazgo pasivo de un continente ignorado donde coexistieron dos sociedades de orden y motivaciones totalmente diferentes e inconexas. En su descubrimiento Colón halló a unos seres que vivían en la naturaleza, casi desnudos, bondadosos, inocentes, fraternales quienes no conocían ni la espada ni la pólvora que todo lo disfrutaban, equitativamente. El contraste, quizá por temor a lo nuevo o desconocido, actitud innata en todo humano, resultó violento y corrosivo por el orden establecido desde Europa. Aún así, conforma una herejía extrema hablar de etnocidio, holocausto y/o atrocidades. A la luz de los conocimientos y experiencias recientes, inferimos que tal “resistencia” se extrapoló, a lo largo del tiempo, hacia una actitud xenófoba en vista de la pasión laboriosa, progresista y próspera de todo europeo.
En conclusión, durante la Conquista, como en toda obra humana, hubo fallas y aciertos; “luces y sombras”, pero, en fin, “más luces que sombras”. De ahí, nuestro punto atávico y estirpe exclusiva en una nación independiente y soberana.