La jeringa ya no nos la están metiendo en la nalga, ¡sino en el alma! – Por Martha Hernández
Fue la frase pronunciada por Luis, un ciudadano de Bailadores que con dolor explicaba el nivel de deterioro que viven los ciudadanos de este hermoso municipio.
Dos días de recorrido intenso por el Mocotíes es suficiente para palpar y evidenciar el nivel de deterioro en que vive uno de los ejes más pujantes del estado Mérida. En este eje, se habían concentrado buena parte de las esperanzas de desarrollo económico y cultural de nuestro estado.
Comenzamos por Santa Cruz de Mora, conversamos con los ciudadanos, escuchamos atentamente sus dudas, frustraciones, pero sobre todo sus penurias y dolor. Un municipio que en otrora desbordaba crecimiento a través de un trabajo intenso de la tierra para producir- lo que en mi opinión- es el mejor café de Venezuela; hoy, se encuentra desprovisto hasta de servicios públicos elementales. Sin embargo, la fortaleza de su gente también se hace sentir, debaten, asumen y se resisten a vivir en esta infamia que no merecen y quieren que se acabe lo más pronto posible.
Llegada la tarde entramos a Bailadores, su esplendor natural se ve afectado por un sin número de huecos que se encuentran en la vía principal de entrada al pueblo. Allí los jóvenes han organizado un conversatorio entre ciudadanos, la experiencia llegó al máximo, los relatos de cómo un municipio de familias unidas, de trabajo, de sueños, de crecimiento, vive el dolor de tener una importante cantidad de sus hijos fuera, de niños pidiendo comida, aquí nadie pasaba hambre recordó uno de los ciudadanos y hoy ni siquiera hay médico en el hospital denunció otro. El debate se abrió, contrastamos opiniones, el frio de la noche no se sentía en medio de aquel abrazo de esperanza y fortaleza; debemos canalizar toda nuestra energía por una única ruta: este régimen se tiene que ir.
Al día siguiente, luego de disfrutar de las atenciones que pese a su vivencia nos fueron dadas con cariño, retornamos a Tovar para conversar en la Plaza con quienes asistían a misa o se sentaban un rato allí para hablar como vecinos, la conclusión fue la misma: nosotros no tenemos que irnos de Venezuela, es el régimen el que se tiene que ir.
Todos por una sola ruta: la dimisión del régimen, todos con un solo propósito: recuperar nuestra república y reencontrarnos, todos con un solo anhelo: hacer de Venezuela una tierra de gracia donde quepamos todos.
¡Es hora de sacarnos la jeringa del alma, ha llegado la hora de vivir en Libertad!